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viernes, 23 de noviembre de 2018

Ave, Hebe.


Ludwig Josef Johann Wittgenstein fue un filósofo, matemático, lingüista y lógico austríaco autor del Tractatus logico-philosophicus  quien dijo en una oportunidad “Los límites de mi lenguaje son los límites de mi mente”

Pido disculpas por anticipado por utilizar esa frase tan contundente y clara para tratar de explicar ese lenguaje soez, grosero, ordinario, estrafalario, grotesco  con el cual la señora Hebe de Bonafini, adorna todas sus manifestaciones verbales que serían los únicos que le permite el alcance de su limitada mente.

Esta señora fue preñada tres veces y parió tres hijos, como tantas millones de mujeres en el mundo, perdió a dos de ellos, como otras tantas millones de mujeres en el mundo, como tantas madres de soldados argentinos que murieron en Malvinas,  o como  ahora más recientemente las 44 madres de los tripulantes del ARA San Juan.

Pero la señora de Bonafini se cree madre Superlativa, el becerro de oro que adora el Papa Francisco que  le envía libros doctrinarios y manifiesta “A una madre de Plaza de Mayo yo le permito todo”
Para la bocasucia, "lo más increíble es lo que dice el libro de las Madres". La referencia de Bonafini es a la parte del escrito en la que Francisco dijo: pueden decir lo que quieran, porque es imposible entender el dolor de una mamá que perdió un hijo".
Estas cosas que dice el Papa de las Madres, podamos decir, me da pie para que yo siga diciendo que el Presidente y toda su runfla son unos reverendísimos hijos de mil putas”

La doña aprovecho la dispensa cuasi divina para pedir un paro general en el que “no haya agua, luz ni transporte, solo las cosas indispensables”. (*En la mente de Hebe el agua y la luz no son indispensables)  volvió a comparar al Gobierno con una dictadura al decir que “son tan asesinos como los milicos”. Y cerró contra el Presidente: “Se cree que es un rey y es un reverendo sorete”. 
Sabido es que los curas pregonan “No digas lo que yo digo ni hagas lo que yo hago” precisamente para que ciertas “Bonafinis” dispersas por el mundo hagan ese trabajo sutil de difusión  que bulle bajo el “Solideo” del hombre de Roma, pero que allí debe quedarse, porque no a todos se le permite todo.
Imaginan a Hebe leyendo el librito?


Fuente www.perfil.com).

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