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viernes, 29 de julio de 2011

Virgilio (parte final)

Cándido
Laura apenas tuvo tiempo de colocarse una bata ante la inesperada aparición de la tía Maruca quien no solo se encontraba acompañada del doberman, sino que además portaba una escopeta en su mano derecha y una gruesa linterna en la otra.
Laura habló lo suficientemente fuerte para advertir  de la situación a Virgilio que reposaba aún desnudo esperando su regreso "Tía que hacés aquí con esa escopeta....¡¡"
La sola mención del arma, fue motivo suficiente para que se levantara como expelido por un resorte y tratara de poner distancia de inmediato.
Como podría justificar ser encontrado allí en pelotas, en la cama matrimonial de Jacinto ?
Ni escuchó cuando la tía respondía: Me han dicho que se escaparon dos presos peligrosos y como vos está sola me vine ni bien llegué a casa, pues intentaba encontrar sus pantalones y correr lejos de allí.
La energía eléctrica no había vuelto por lo cual debió moverse con la tenue luz de una vela con tan mala suerte que al hacerlo tropezó con una silla y cayo con gran estruendo al suelo.
Quien anda allí, grito la mujer mayor, azuzando a Sultán a que buscara al intruso.
El balcón y la enredadera que cubría buena parte de él, fueron el objetivo inmediato de Virgilio quien antes de alcanzar la seguridad del exterior, sintió el estruendo del escopetazo e inmediatamente un gran ardor en el trasero como si decenas de abejas le traspasaran sus nalgas.
Salto hacia la enredadera y desde allí, con arañazos y raspones por todo el cuerpo alcanzó finalmente tierra firme, y corrió desesperado hacia una empalizada que separaba los patios, justo cuando Sultán daba vuelta por el otro lado.
Unas cubiertas de camión que el marido de Laura había dejado allí le sirvieron de trampolín para poner considerable distancia entre él y la bestia negra, que se había detenido ante el llamado de su dueña que había comprendido la difícil situación de su amante.

Virgilio quien nunca había practicado pedestrismo, sin dudas debe haber roto algún record aquella noche.
Cuando consideró estar a cubierto y ya con las fuerzas desfallecientes, sintiendo que su traste comenzaba a inflamarse producto de los perdigones de sal gruesa con los que le había disparado la tía Maruca, decidió pedir auxilio en una casa en la que se advertían varias personas en una reunión.
Cubrió su parte delantera con el felpudo que se encontraba en el frente y golpeó la puerta. Abrió un hombre joven vestido con ropas femeninas, que al advertir su desnudez le dijo:
Hola amoroso, veo que has venido preparado, pasá pasá que afuera hace frio.
Había otros tres o cuatro hombres, desnudos como él, con excepción de uno que tenía una robe de chambre y cuyo parecido con el cura Lorenzo era llamativo; pero no, pensó, Lorenzo es pelado y este tiene pelos  o tal vez bisoñé.
-Yo soy Cándido, dijo el travestido, servite un copita de ajenjo, es tan dulce como el anís. Te va a volver al alma al cuerpo.

La enfermera que le curó sus cuartos traseros, ambos con hendiduras de puntos rojos algunos más profundos que otros, dijo haber contado 78 agujeros distribuidos casi equitativamente, 40 en el cachete izquierdo y 38 en el derecho. Lindo número le dijo sonriendo, mañana lo juego a la quiniela.
Katita, caba enfermera del Hospital del pueblo, aconsejó que se quedara allí esa noche y así se lo hizo saber a Cándido, vestido esta vez como varón, y a su acompañante quienes lo habían llevado hasta el Hospital luego que Virgilio a la tercera copita de ajenjo, cayera redondito al suelo.
Todavía duerme la mona les dijo. Vayan tranquilos. Mañana ni se acordará que le pasó.

La calma volvió rápidamente al pueblo. Los presos  fugados fueron recapturados esa misma noche. Se ocultaban entre las cubiertas que guarda Jacinto en el fondo del patio. Allí fueron tenidos a raya por Sultán hasta que llegó la policía.
Santino el comisionado, llegó a la mañana del sábado y en el tren de la tarde también regresó Porota que venía con un nuevo rubio oxigenado en su pelo. Al bajar arrojó a las vías del tren, lo que parecía ser un amuleto, similar a los confeccionados por la Lechiguana, para encontrar éxito en el amor.
Cuando María, curada ya de su resfriado le informó que el forastero se había marchado sorpresivamente, no hizo comentario alguno. Era demasiado buen mozo y joven para ella que solo había utilizado su supuesto interés en él, para despistar su escapada con el comisionado, su amante de siempre.
Clarita luego de la misa del domingo, le dijo al cura Lorenzo “Este miércoles venga a cenar con nosotros padre” el cura acepto gustoso y cuando la vio alejarse, levantó los ojos al cielo y musitó “Gracias, señor”

Deborah de la Colina, actriz de cine y televisión, a miles de kilómetros de Villa Carpincho, en el cuarto Nº 87 de la famosa Clínica “Magister” sonreía feliz a  su esposo Virgilio, (de extraordinario parecido físico con Alain Delón,) quien luego de tres días de estar inconsciente había recuperado la lucidez.
Justo tres días antes, cuando se aprestaba a salir de viaje en busca de locaciones para una nueva película en un pueblo de montaña del interior del país, parte del decorado del estudio siete cayó sobre su cabeza, dejándolo inconsciente.
Cuando le informaron lo sucedido, Virgilio no formuló comentario alguno sobre el dolor que sentía en la parte donde la espalda le cambia de nombre; lugar que luego cuando estuvo solo comprobó que se hallaba irritado, magullado, y con unos puntitos color  azul violeta que en número casi similar se repartían entre ambos glúteos.

Laura le dio un hijo a Jacinto, un varoncito que parió en la primera semana de octubre.
Cuando le preguntaban a Jacinto a quien se parecía el vástago él respondía orgulloso: 
A quien si no, al padre ...¡¡¡
Y tenía razón; Marito tal el nombre impuesto, era el vivo retrato de aquel forastero llamado Virgilio que llegó al pueblo una calurosa tarde de enero.
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miércoles, 27 de julio de 2011

Virgilio (parte cuatro)

                                                 Virgilio conoce a Laura

La mañana se presentaba fresca pero agradable, luego de la lluvia de la noche anterior. En el trayecto hacia la casa de Porota, Virgilio se encontró con el cura Lorenzo quien al verlo dijo:
-No olvides visitar también la casa que cuida el cura, que es la casa de Dios, hijo.
-Si Padre, tiene razón lo haré con gusto.
-Venís de la casa de Santino, cenaste con él o estaba cumpliendo alguna diligencia política en la capital?, agregó el cura con una sonrisa, para continuar: el cura sabe todo hijo, ya sea por confesión de parte o declaración de terceros.
-Si, balbuceó Virgilio.
-No te preocupes, dijo el prete, es una tradición en casa del comisionado. A mí también me invitó cuando llegué al pueblo, solo que en aquella oportunidad Clarita viajó con el padre, agregó el cura no sin un dejo de frustración.
Pero yo soy hombre de fe y espero que me vuelvan a invitar. Digo, porque su cocina es muy rica y variada, y de tanto en tanto el señor permite darse un gustito, justificando un poco su voluminosa cintura.
La charla se vio interrumpida por una feligrés que botellita en mano, le pidió al cura un poco de "agua bendita" y este se alejó rumbo a la sacristía para cumplir con ello, antes de ingresar se dio vuelta para decir : Saludos a Porota, aunque es seguro que ella también haya viajado a la capital, je, je.

Virgilio cayó en cuenta que en el pueblo se daba una situación particular. Si se observaba el diario quehacer de sus habitantes nada había de diferente a otros pueblos del interior de provincia.
Solo que en este, los personajes solo hacían una aparición y después su lugar era ocupado por otros. Desechó cualquier tipo de interpretación extraña, justificando el vuelo de imaginación por tratarse de un hombre relacionado al cine y la fantasía.
Pero igual fue grande su sorpresa cuando al ingresar al lugar de alojamiento no encontró a María, sino otra joven que dijo ser Blanca, quien la suplía por encontrarse esta afectada por un súbito estado gripal.
Fue Blanca la que le indicó “Aquella señora hace ya varios minutos que le está esperando”
Volvió la vista Virgilio y se encontró con el rostro de una joven rubia, de singular belleza que sonriente le extendió una delicada mano, coronada con finas y bien cuidadas uñas “Hola, soy Laura, vos debés ser Virgilio.
-Si encantado, nos hemos visto antes…? preguntó aún a sabiendas que la respuesta iba a ser negativa.
-Tal vez dijo ella, el pueblo no es muy grande. Para luego detallar el motivo que la llevó a conversar con él, y darle detalles de su persona.
Dijo tener 24 años y ser hija de una de las más tradicionales familias del lugar. Su padre fue director de escuela, fundador de la Biblioteca Pública, y funcionario de jerarquía de la administración pública fallecido hace seis años en un accidente de tránsito en uno de los ingresos a la capital, accidente en el cual perdió también a su madre.
El dolor de estas pérdidas y la soledad (solo cuenta como familiar directo a su tía Maruca) la llevaron a que cuando solo contaba 22 años contrajera matrimonio con Jacinto, el transportista del Mercedes azul al cual Virgilio había conocido tres días atrás, cuando estuvo a punto de atropellarlo.
Enterada del motivo de la visita quiso poner a disposición del forastero la amplia biblioteca de su padre y algunos archivos personales que narraban con lujo de detalles la forma en que se había formado el pueblo hace unos ochenta años atrás.
Virgilio se sintió entusiasmado al poder disponer de tan rico material y de una manera tan generosa como era la que le ofrecía Laura.
Acordaron encontrarse por la tarde en casa de ella, para así poder comenzar a tomar apuntes de lo que imaginaba sería una extraordinaria fuente de datos.

Durante los siguientes tres días, Virgilio no tenía otro pensamiento que Laura. 
Nunca se había sentido tan bien en la compañía de ninguna otra mujer y sentía que de parte de Laura sucedía algo parecido.
De nada importó saber que ella era una mujer casada; percibía que ese matrimonio no se había realizado por amor y que la sensibilidad y belleza de Laura contrastaba con el carácter un tanto osco y vulgar de su marido camionero.
La tía Maruca era partícipe innecesaria de estos  diarios encuentros, pero al igual que el resto de los habitantes del pueblo, una vez que comprobó que Laura no corría peligro alguno con un joven tan educado y serio como Virgilio, desapareció una tarde para ausentarse tres días a tomar unos baños termales contra el reuma.
Pero Laura no quedó sola, en el lugar de Maruca se ubicaba “Sultán” el doberman negro que observaba a Virgilio en silencio sin otorgarle siquiera medio movimiento de su rala cola, molesto al ver que se encontraba demasiado cerca de la mujer de su amo Jacinto.
No importa cómo, ni de qué forma. Laura y Virgilio terminaron amándose alocadamente durante los días en que la tía Maruca estuvo ausente.

La noche en que se desencadenó el principio del fin, llovía torrencialmente, soplaba un viento frio huracanado y la energía eléctrica hacia varias horas que se encontraba cortada.
Virgilio y Laura abrazados, desnudos en la cama, observaban los relámpagos que la tormenta dibujaba en el ventanal. Un ruido proveniente del patio lindero, donde se ubicaba la casa de la tía Maruca, los sobresaltó.
-No te muevas de aquí dijo Laura, seguro fue Sultán. Ya vuelvo.,
Antes de franquear la puerta se detuvo.
La tía Maruca junto a Sultán estaba allí en medio del pasillo.
Continuará


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martes, 26 de julio de 2011

Virgilio (parte tres)

Virgilio: comenzó la fiesta.

En verdad que me encuentro muy a gusto aquí pensaba Virgilio, en su quinto día de estancia en Villa Carpincho.
La vida transcurría felizmente; la dueña de la pensión había viajado a la capital y él se encontraba a sus anchas sin aquel par de ojos fijos en su figura siguiendo todos sus movimientos. Según María, una morena de prietas caderas, que oficiaba de ayudante de la Porota, esta había viajado a la capital para comprar algunos modelitos y renovar su look.

Tenía una hermosa sonrisa María, Virgilio la había observado la noche anterior caminando por el corredor de la casa con tan solo un camisón transparente que dejaba adivinar un cuerpo joven y bien formado.
Pecado que esta noche tuviera un compromiso con el Comisionado Municipal y su hija; pero se aseguró que buscaría la oportunidad para poder observar mejor aún las torneadas piernas de María.
Con ese pensamiento cruzaba distraído la calle cuando un pesado camión exigido en los frenos por su conductor se detuvo a unos centímetros de su nariz al tiempo que le gritaba:
-He amigo, que le pasa, se quiere suicidar justo en este pueblo, donde hace años que no ocurre ningún accidente fatal?
-Disculpe, venía pensando en algunas cosas y no me di cuenta de su presencia.
-Veo, si y eso que este mercedes es bien grande dijo el chofer que se bajó y le extendió la mano: “Mucho gusto, Jacinto, para lo que guste mandar”  voy saliendo de viaje para el sur si no con gusto le invitaba una cerveza.
Pero no faltará oportunidad, agregó, y como dando por cumplido el protocolo  social post, “disculpe casi lo atropello”  puso su pie izquierdo en el soporte del camión que luego de un ronroneo se alejó resoplando hasta perderse en la distancia.
Virgilio se quedó en la mitad de la calle viéndolo alejarse; sonrió, lentamente llevó a su boca la ramita de hinojo verde que venía mordisqueando y al girar para continuar su camino la vio.
Estaba observándolo a través de un amplio ventanal cubierto con unas finas cortinas que al notar que Virgilio dirigía hacia allí su vista se cerraron súbitamente. Alcanzó a divisar no obstante que se trataba de una mujer, alta y delgada de largo y ondulado cabello rubio.
Caminó lentamente por la acera del chalet que contaba con un pequeño jardín en su frente, y al mirar hacia la ventana  notó que otro par de ojos lo observaban.
Pero estos pertenecían a un doberman negro de casi cincuenta Kg. de peso que en silencio le acompañaba desde dentro de la casa atento a cada uno de sus movimientos.

Empezaba a fastidiarle la cena de esa noche pero necesitaba de la ayuda del Comisionado para recabar algunos de los informes que había venido a buscar, por lo cual puntual a las 21, con un ramo de flores en una mano y una botella de Cabernet en la otra haciendo malabares, tocó a la puerta,

La primera en aparecer fue una joven con el cabello color zanahoria cortado a “la garçonne” y el rostro lleno de pecas: “Hola, soy Clarita adelante, por favor”
En la sala esperaba otra mujer Blanca, madre de Clara, una señora regordeta también de cabello color zanahoria, luciendo una especie de particular “jopo” no elevado sino más bien aplastado contra la parte superior derecha de su frente.
Virgilio supo días después que ese detalle tenía como motivación cubrir la cicatriz que allí había dejado una plancha caliente esgrimida por una esposa celosa por los favores dispensados por Blanca al marido de ésta, y que al parecer no fueron bien recibidos.
La mayor se adelantó y estampó un sonoro beso en la mejilla del visitante (no lo hizo así la joven que aparentaba ser algo tímida) agradeciendo la atención del vino y las flores para a continuación indicar.
-Tengo que darle de parte de mi esposo, sus disculpas por no estar presente esta noche. Obligaciones imprevistas de su actividad política han hecho que deba viajar a la capital y según me adelantó estará por allí tres o cuatro días.
La cena bien servida por una cocinera diligente fue muy agradable. Ambas mujeres eran simpáticas y se interesaron por la relación de Virgilio con el cine con lo cual la conversación se hizo extensa y variada.
Luego en la sala con licor y café de por medio, Blanca anunció que se retiraba a dormir no sin antes invitar a Virgilio a que pernoctara allí en la habitación de huéspedes, pues era ya casi las tres de la mañana, había comenzado a llover copiosamente y no contaban con movilidad para acercarlo al hotel.
No titubeó en aceptar Virgilio, estaba cómodo y lo que menos tenía era ganas de caminar bajo la lluvia por un lugar todavía desconocido para él. Permanecieron un rato más en la sala y luego Clarita le indicó la habitación. La casa estaba totalmente en silencio, y el cuarto de huéspedes se encontraba en el extremo izquierdo de la planta superior donde resaltaba un gran ventanal que daba a un patio interno lleno de plantas y algunos árboles.

Virgilio se quitó lentamente la ropa, se metió en la cama y encendió el último cigarrillo de la noche; se quedó mirando el cielo raso cuando de pronto notó que la puerta se abría lentamente.
En el vano estaba Clarita con una manta en la mano que le extendió diciendo: te traje una manta extra, hace mucho frio aquí por las noches. Virgilio la miró sin decir palabra mientras desplegaba la manta sobre la cama.
Al terminar de colocar la manta, sonrió, le dijo suavemente “Buenas noches” y comenzó a retirarse para imprevistamente girar sobre sí misma, desandar el trecho realizado y zambullirse en la cama junto a Virgilio, que sorprendido y por reflejo la recibió entre sus brazos.

El encuentro amoroso con la hija del comisionado, en su casa y en ausencia de éste, no perturbó tanto a Virgilio como lo que ocurrió después que Clarita abandonara la habitación.
No tiene muy en claro si la situación vivida realmente pasó o fue producto de un sueño, por la abundante comida y el alcohol ingeridos.
Vagamente recuerda que estando entre dormido pudo notar que Blanca, la madre de Clarita abría la puerta y caminaba hacia su cama con los ojos cerrados y los brazos extendidos, al llegar allí y sin dejar esta posición, se quita el camisón y completamente desnuda se mete en la cama de espaldas a la posición en la que él se encontraba.
La mujer extiende hacia atrás su mano izquierda, busca y encuentra la identidad de Virgilio, y con habilidad la encamina hacia el lugar pretendido diciéndole: Acá tenés lo que te gusta. Hazme el amor.

Temeroso bajó las escaleras Virgilio dispuesto a salir de esa casa a la brevedad posible, y antes del regreso del comisionado. Para su suerte en la sala solo estaba la mucama quien le informó que las señoras aún dormían. Clara porque nunca se levanta antes del mediodía y la señora porque a veces no duerme muy bien porque es sonámbula.
Ya en la calle se sintió más seguro, había zafado de encontrarse con el hombre de la casa, y eso dado las circunstancias vividas era muy saludable.
Continuará 
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domingo, 24 de julio de 2011

Virgilio. (parte dos)

La Lechiguana -caracterización de la actriz Nora Cullen

Quedó dicho que Porota era devota católica, lo cual no era óbice para que confiara en recursos tal vez considerados un poco en contramano a su fe cristiana, pero es bien sabido aquello de “a Dios rezando y con el mazo dando”.
Ese asunto del coludo la tenía muy preocupada a la Porota, que bien temprano dejó sus quehaceres y se encaminó hacia las afueras del pueblo, más precisamente a la casa de "la lechiguana" una curandera muy conocida por el lugar, que tanto curaba del empacho, te hacía un payé para el amor o un conjuro para alejar a los malos espíritus.
Le llamaban Lechiguana, porque al igual que a la avispa productora, la Eresmilda (tal su nombre de pila) gustaba mucho de la miel, producto que solía incluir entre los medios de pago de su comercio que tal vez hoy con tanto merchandising bien podría llamarse "La boutique del Hechizo Drugstore" dado que también preparaba yuyos medicinales para el hígado, el resfriado, el dolor de cabeza, un atraso menstrual, o bien cualquier otro que el ocasional cliente pudiera necesitar.


-Y a vos, que te anda pasando?? Fue el saludo con que recibió a la Porota.
-Y aquí ando, haciendo una consultita.
-De que tipo che..¡
-Sobre un hombre.
-Já, ya decía yo que el luto por el Mencho te iba a durar poco; si no tienen un tiento al lado se enloquecen Uds.; pasá y contame.
La lechiguana era muy directa en su forma de expresarse y nadie en el pueblo se asombraba por ello, por lo cual Porota sonrió estúpidamente ante el comentario como presumiendo que no sería el único durante la entrevista.
- Y quien es el guacho?, preguntó Eresmilda, lo conozco sin duda.
-No, es un forastero, se llama Virgilio.
-Rió fuerte la Lechiguana al escuchar el nombre que repitió con sorna: “Virgilio”, nombre de maricón, y como es el fulano.
-Hermoso, joven, fuerte, agradable, simpático, bronceado.´….,
-Pará che que te derretís solita, cortó la curandera, no hace falta que me vendas a mí la mercadería que te interesa a vos, y cuál sería la consulta?

Contó Porota su aprehensión con aquello que había escuchado de Virgilio ( no totalmente comprendido) de su visita acompañando a uno cuyo nombre no recordaba al infierno y el purgatorio, esperando recibir el mejor consejo pues en el pueblo se rumoreaba que la Eresmilda le había cortado un cacho de oreja al mismísimo mandinga (*) cuando este desde la chimenea del rancho la provocaba diciendo” caigo o no caigo” amenazando hacerlo justito sobre un asadito de cordero que esta se disponía a disfrutar.
Fue allí que a la tercera vez que escuchó el “caigo o no caigo”, la Lechiguana grito con fuerza “Caéte mierda, si es que te vas a caer” y cuando el mandinga se zambullo, de refilón le rebanó un cacho de oreja que presurosa guardó antes que el coludo se diera cuenta.
Dicen que el pedacito lo conserva en una especie de cartera de cuero sin curtir que lleva con ella a sol y sombra, y que cuando mandinga se pone pesado, la Eresmilda saca el pedazo de oreja y le da un mordisco con sus pocos pero afilados incisivos, y así  lo mantiene lejos.
El impacto emocional que Virgilio, a quien Porota conocía poco menos que nada, causó en ella preocupó a la vieja que pensó, si esta está así sin siquiera rozarlo no quiero imaginar lo que vendrá después.
Su fino olfato le decía que la viuda estaba queriendo pedirle que utilizara el cacho de oreja para poder así comprobar  si estando cerca de Virgilio y dándole un mordisco al pedacito de pabellón auricular, el forastero acusaba algún movimiento extraño.
Pero ese no era su estilo y tampoco este era un pleito amoroso de magnitud tal que requiriera de semejante compromiso. A nadie le gusta que le muerdan la oreja, y el sulfuroso no era la excepción.

Más de dos horas estuvo la Porota en el rancho de la Lechiguana, y sobre lo que allí se habló nadie tuvo conocimiento cierto, solo es sabido que un poderoso payé (**) le fue entregado para ser utilizado en la conquista del corazón de Virgilio, a quien por otro lado ya varias damiselas del pueblo le habían echado el ojo.
El Comisionado Municipal, con una hija que no cumplía los veinte, el Comisario del pueblo y hasta el cura  Lorenzo, todos ya hablaban maravillas de Virgilio, que aprovechando un suceso no buscado, empezó a considerar seriamente la posibilidad de quedarse varios días más de lo pensado en este particular pueblo de provincia perdido entre montañas.
Se dio cuenta que buena comida, cama calentita con variada compañía, y algún que otro beneficio extra no le faltarían.
Continuará 
NR: (*) mandinga: diablo
(**) payé: especie de amuleto
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viernes, 22 de julio de 2011

Virgilio


Llegó al pueblo una calurosa tarde de enero, cuando el único tren que pasaba por allí cada quince días se detuvo en la estación donde solo se encontraban  tres empleados del lugar.
Ningún otro pasajero, esperaba para abordar el tren, por lo cual su presencia pudo ser analizada en profundidad.
Le preguntó a uno de ellos, donde podía hospedarse; en la  pensión de la Porota, la única que hay, le respondió.
Está a cinco cuadras de aquí, derechito para aquel lado.
Virgilio tomó su única maleta donde podían verse con claridad algunas calcomanías que denunciaban que el dueño de la misma era un hombre viajado a pesar de no contar más allá de los 35 años, pues esas imágenes mostraban postales de Europa que ellos habían visto alguna vez en las revistas.
A la Porota, viuda, de casi cincuenta años, la entrada de Virgilio a la pensión le causó la misma sensación que cuando viajó a la capital y el Mencho la llevó al cine donde exhibían “Rocco y sus hermanos” y se enamoró perdidamente del protagonista Alán (como lo decía ella) Delón.
Lejos estaba Porota de parecerse a Annie Girardot, y al ver a Virgilio, lo encontró tan parecido a su amor imposible que se sintió muy molesta consigo  misma por no haberse quitado los ruleros, que cubría con un colorido pañuelo de poliéster símil seda, para así estar un poco más presentable en aquella hora de la tarde noche cuando este desconocido irrumpió en su monótona existencia..
Se consoló pensando que en el pueblo nunca pasaba nada y que los que la pretendían o pretendieron luego que murió el Mencho, siempre la habían visto así.
Pero este hombre era distinto a los brutos del pueblo que olían a vacas y caballos.
Cabellera abundante bien cuidada con cada pelo en su lugar, ojos verdes (detalle que no recordaba haber visto en las fotos de Delon) barba que más bien parecía dibujada que real, enmarcando un rostro bronceado donde sobresalían dos filas de dientes blancos nacarados.
La voz del forastero de timbre varonil, suave y modulada, terminó casi por derretirle los ruleros y el pañuelo cuando preguntó se había alguna habitación libre.
Si, si claro, dijo Porota, pensando que bien quedaría ese hombre en su cama, desprovisto de esa camisa abierta hasta el cuarto botón y sin ese pantalón de lino, liviano pero absolutamente innecesario en la situación que ella ya vivía en su cabeza.
En el pueblo aseguran que fue el forastero el que logró el milagro que ninguna dieta, yuyos, o receta de la abuela pudo ejercer sobre los kilitos de más que ostentaba la Porota; solo el mal de amores que sufrió por aquel tiempo hizo que su figura adquiera una elasticidad y una gracia que no se le recordaba ni aún en su época de mayor brillo.
-Señora, repitió el recién llegado, le preguntaba si dispone de alguna habitación libre.
-Si, si, claro, venga por aquí, le indico el camino. Se quedará muchos días..?
-Todavía no lo sé
-Bueno, a pesar que la laguna está bien llena, no hay muchos visitantes porque tampoco hay muchos pejerreyes…. Ud. viene a pescar no ? 
-No señora, estoy recopilando datos sobre antiguos pobladores de la zona, para escribir un guión cinematográfico.
Si algo le faltaba a la Porota para caer rendida a los pies de este hombre fue este último comentario; además de joven, buen mozo, agradable estaba relacionado con la industria del cine, lo que se dice un ejemplar perfecto.
Apenas habrían pasado tres horas de la llegada al pueblo del visitante cuando un alto porcentaje  de sus habitantes ya sabía todo aquello que le había dicho a la Porota, con una sola excepción: su nombre, detalle éste que en el entusiasmo había olvidado preguntar.
Virgilio, dijo, mi nombre es Virgilio como el poeta romano, respondió al día siguiente ante la ansiosa pregunta de Porota que lo esperaba en la entrada al pequeño saloncito donde se servía el desayuno.
Como jamás había escuchado ni leído nada del tal poeta romano, prefirió el silencio y correr presurosa a la cocina en busca del café, pero curiosa como toda mujer, al volver no pudo resistirse y preguntar: ese poeta romano escribe versos de amor ?
No, aunque podría decirse que si en algunos aspectos. Virgilio escribió  églogas tales como la Eneida, las Bucólicas y las Geórgicas.
Dante Alighieri,, en su obra La Divina Comedia,  lo cita como su guía a través del Infierno y del Purgatorio.
Cambió el rostro de Porota ante este comentario de Virgilio; no le gustaba en absoluto cualquier mención que tuviera relación con el coludo.
Esto clarificaba muchas cosas, pensaba sirviendo en silencio el desayuno.
Tan bello que es, pero no tiene olor a azufre; aunque aseguran que cuando  el innombrable visita la tierra lo hace en forma de mujer bonita y seductora. El trasero yo se  lo miré y no le vi nada sobresaliente, se consolaba así misma.
Todos estos detalles se agolpaban desordenadamente en la cabeza de Porota, quien aprovechando que Virgilio, se disponía a leer el diario mientras tomaba su café salió presurosa hacia la cocina a poner en orden ese desbarajuste que tenía en su mente.
Ella acostumbraba a ir a misa todos los domingos, y si bien sus ratoncitos tenía desde la muerte del Mencho, consideraba que sus pecados eran veniales y que el cielo con seguridad lo tendría asegurado, con lo cual habría que fijarse bien si el forastero valdría tanto como para poner en riesgo su posible y futura estancia en el paraíso.
Continuará. 
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miércoles, 20 de julio de 2011

Una moda demodé.

No entiendo como hay tanta gente que se desvive y gasta ingentes sumas de dinero para vestirse, actuar, o bien comportarse igual a tantos cientos de  miles de ejemplares similares solo por cumplir con un requisito infranqueable para todo aquel que se precie de moderno es decir estar de acuerdo a la última tendencia que dicta la moda.
En Argentina algunas damiselas de la televisión han comenzado a cultivar la moda de las "fotos robadas", es decir que una camarita de fotos  desaparece y dentro de ella no se encuentran imágenes del vástago, del sobrinito, de unas vacaciones en la riviera francesa, o del cachorrito adorable con el cual concurren a las entrevistas.
No, las fotos que allí se encuentran son aquellas calificadas en cualquier cámara privada como pertenecientes a la "zona roja" de la intimidad.
Es así como Silvina Escudero (integrante de la troupe de Tinelli) aparece como una de las primeras damnificadas en razón que robar la cámara y subir las fotos a las redes sociales o enviarlas a las revistas de chimentos ocurre todo a una velocidad extraordinaria y a las pocas horas ya estamos todos hablando del asunto.
A la  agraciada y muy culta Silvina se la muestra en lo que sería el baño de su casa tomando una refrescante ducha pero no de agua sino de sustancias fluidas de origen humano compuesta por fructuosa, aminoácidos, fósforo, potasio, hormonas, prostaglandinas, como también ácido cítrico, carnitina, zinc, enzimas, y otros  ect. ect. tediosos de enumerar que se conoce también poética o románticamente como "semillita".
Karina Mazzoco también desnudita en al baño pero sin fluidos a la vista, dicen que hay también de Panam (que no es una marca de  zapatilla sino una señora) además la Ciardone y quien faltaba??
Claro Juanita  y su compañero in bed, Gonzalo.
Si señores ambos en pelotas; ella bonita como siempre y el hombre, bueno.
Si muchas y  muchos se imaginaron encontrarse con una manguera reforzada de esas gruesas y difíciles de doblar, las fotos vistas les harán bajar las expectativas a niveles propios de la media nacional.
Lo dicho  se puede apreciar en una de las foto donde Gonzalo parece estar dándole una reprimenda a su muñeco para que tenga bien claro quién es el que manda.
Mi amigo Carmelo  contaba que una señora de la noche experta conocedora de ricos menesteres sexuales solía decir siempre "es mejor cortita y juguetona que no larguita y tontona".
Pero la culpa de todo esto la tiene el propio damnificado que no supo reaccionar con inteligencia cuando un "amigo" le preguntó: Decime, vos tenés fotos de tu mujer desnuda ?
Y él respondió casi enojado: Como voy a tener, estás loco..¡
A lo que el otro respondió: "Querés que te venda, tengo unas bárbaras"; allí se produjo entonces una escena digna de la crónica policial, y el oferente tuvo que poner pies en polvorosa para luego, en furiosa venganza,     poner inmediatamente  en circulación las ahora comunes y por todos conocidas fotitos.
Resumiendo amigos, esta es la moda que hoy ( valga y sepan perdonar la pobreza en la definición) está de moda en Argentina, y para no quedarme atrás, en el altillo encontré un baúl con fotos de mis tatarabuelos que también se traían lo suyo.
Hay que estar a la moda ...¡¡¡¡ 


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