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miércoles, 17 de octubre de 2012

Un día de miércoles

No hay nada en nuestra historia que se parezca a lo del 17 de octubre. Acaso el único antecedente que reconozca una vaga semejanza con esa jornada sea el movimiento  del 5 y 6 de abril de 1811, cuando  el gauchaje de los suburbios de Buenos Aires, conducido por el "Alcalde de las quintas" se concentró en la Playa Mayor para apoyar al gobierno supuestamente conservador de Saavedra contra la oposición supuestamente progresista de los partidarios de Moreno.
En aquella oportunidad, la orgullosa clase mercantil que había hecho La Revolución de Mayo y los jóvenes patriotas  que juraban por la memoria de Moreno sintieron el mismo asombro (o la misma repugnancia) que sintieron lo porteños de 134 años  más tarde, cuando descubrieron  una caliente y vociferante  presencia popular cuya existencia no habían imaginado hasta entonces.
Porque lo más  singular del 17 de octubre fue la violenta y desnuda presentación de una nueva realidad humana que era expresión auténtica de la nueva realidad nacional.
Y eso es lo que resultó a más chocante a esta Buenos Aires orgullosa de su rostro europeo: reconocer en esa  hora desaforada que tenía el color de la tierra, una caricatura vergonzosa de su propia imagen.
Caras, voces, coros, tonos desconocidos; la ciudad los vio  con la misma aprensión  con que vería   a marcianos desembarcando en nuestro planeta.
Argentinos periféricos, ignorados, omitidos, apenas presumidos, que de súbito aparecieron en el centro mismo de la urbe para imponerse arrolladoramente.
Por eso lo del 17 de octubre no provocó el rechazo que provoca una fracción política partidista frente a otra: fue un rechazo instintivo, visceral, por parte de quienes miraban desde las veredas el paso de las turbulentas columnas.
Empezaba la mañana cuando comenzaron a llegar rotundos, desafiantes, caminando o en vehículos que habían tomado alegremente por asalto  y cuyos costados repetían hasta el hartazgo el nombre de Perón en tiza, cal y carbón.
A medida que avanzaban las cortinas de los negocios bajaban abruptamente como un tableteo de ametralladoras.
Venían de las zonas industriales aledañas a Buenos Aires: Nadie los conducía, todos eran capitanes.
El día anterior, Arturo Jauretche se había encontrado con un dirigente  forjista de Gerli que le preguntó: que hacemos mañana, doctor?
-Mañana, que pasa mañana ?
Y.. la gente se viene para Buenos Aires ..No los para nadie ¡¡ Todos están con Perón.
-Y quien organiza esto pregunta
Que se yo. Nadie,...todos... Que hacemos nosotros ?
-Jauretche confiesa que nada sabía de semejante movimiento. Pero no vaciló: Mirá, si es así cuando la gente salga, ! agarrá la bandera del comité y ponete al frente¡
Y cuenta: Pedro Arnaldi movía treinta votos en Gerli; el 17 de octubre del aquel año 1945 a la madrugada pasó el puente Pueyrredón con su bandera al frente de diez mil almas. (texto perteneciente a la obra del historiador Félix Luna "El 45" (pag.272/275)Editorial Sudamericana)

Los políticos de la actualidad debieran reconsiderar el pensamiento que alimentan erróneamente cuando el pueblo les otorga representatividad y entender que ellos solo son instrumento no fundamento del poder que detentan y que solo el pueblo, exclusivamente el pueblo es su único y legítimo dueño.
Reflexión en este día de miércoles, igual como era aquel del 17 de octubre de 1945.  

El reverso de la moneda: 23/9/56 manifestantes celebran la caída de Perón
once años después de aquel 17 de octubre de 1945.

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