Según el sitio quhist.com el origen de los velatorios viene de los continuos envenenamientos que ocurrían durante la Edad Media. Una de las causas que lo provocaban era el uso de platos y vasos de estaño. Ciertos alimentos, como el tomate, o bebidas, como el whisky o la cerveza, al contacto con el estaño provocaba a las personas un estado de catalepsia que simulaba la muerte.
Como precaución y ante el riesgo de que no estuviera muerto, se colocaba el cuerpo sobre una mesa durante varios días. La familia hacía su vida normal esperando por si el “difunto” resolvía quedarse.
Los velatorios en los pueblos eran antiguamente un motivo movilizador al punto que figuraban, si por caso alguien tenía la desafortunada idea de morirse un viernes o sábado, como un lugar para visitar, pues siempre habría alguna viuda que consolar, prima, o primo a quien abrazar, y a cualquier desconocido/da que se sintiera apenado.
Además siempre en los velorios que por entonces se realizaban en las casas, se servía un variado surtido de bebidas fuertes, café, té, gaseosas y los “sanguchitos” más ricos.
De las múltiples situaciones que tienen lugar en un velorio, el historiador cubano Emilio Roig de Leuchsenring rememora además los orígenes, y el arraigo en suelo cubano y otros pueblos hispanos de esta costumbre, incorporada a la sociedad de aquellos años y que aún perdura.
Introducida por españoles y africanos, esta costumbre se extendió bien pronto y se arraigó de tal manera, no tan sólo en las capas inferiores de la sociedad, sino también en la definida clase media.
Cuenta Roig de Leuchsenring que era tan antigua en Cuba la costumbre de velar los cadáveres, que en las páginas de la primera de las publicaciones literarias, el Papel Periódico de la Habana, y en el número correspondiente al 4 de diciembre de 1804, hay un artículo intitulado «Extracto de lo que suele acontecer en los velorios». Éstos eran verdaderas orgías, al extremo que, encontrándose el autor del mencionado trabajo frente a una casa donde se velaba un cadáver, se le acercó uno de los amigos del muerto, a decirle:
–Entre usted a divertirse, que para todos hay y para más que vengan.
Jóvenes y viejos, al encontrarse en la calle, se preguntan enseguida:
– ¿No vas al velorio esta noche?
A eso de las nueve empiezan a llegar los concurrentes. Entran en la casa muy serios; la tristeza más profunda reflejada en el rostro; a simple vista parecen intensamente doloridos por la desgracia ocurrida.
Después de saludar compungidos a los familiares del extinto, y enumerar y ponderar las virtudes de éste, comienzan a hablar sobre temas adecuados al acto: muertes, enfermedades, desgracias de todas clases y hasta catástrofes. Las viejas, sobre todo, son las que hacen el gasto, enterando a la concurrencia de sus males y padecimientos y sacando a relucir –¿cómo no?– lo que”cambean “los tiempos y cuán dignas de censura son las costumbres actuales comparadas con las de su época.
Pero, ya a eso de las diez, empieza a animarse un poco la reunión. Se forman grupos. Los señores maduros discuten acaloradamente de política o de negocios. Las señoras, en una de las habitaciones interiores, y mientras se arreglan el pelo y empolvan un poco, hablan de trapos y chismografía social. Los jóvenes no comprometidos han procurado separar su compañera para esa noche. Y ¡cuántas relaciones y noviazgos, y a veces hasta bodas, salen de los velorios! Tal parece que la presencia de un cadáver, lejos de infundir ideas tristes y disolventes, despierta ansias de vida y deseos de multiplicar la especie.
Claro que las cosas fueron cambiando y ahora los velatorios se fueron aggiornando al extremo tal que luego de finalizado el mismo, los deudos pueden entre muchas variantes ofrecidas, por ejemplo : compactar las cenizas en un diamante, colocarle al muerto ropa biodegradable solo para el funeral, conservar el ADN del finadito para así poseer toda la información sobre cómo somos, desde nuestros rasgos físicos hasta psíquicos. Inclusive el ADN contiene las enfermedades y factores de riesgos que heredamos.
O bien colocarle un-ataúd con música, hacer un cuadro mediante la utilización de las cenizas por un método conocido como Cenizia, o bien para estar a tono con la era electrónica y de redes sociales utilizar el -Servicio de transmisión del funeral vía web; Internet se ha convertido en una herramienta fundamental de conexión y contacto con los demás.. ¿Cómo es esto? Empresas varias tales como LivesOn, ofrecen una aplicación para twittear después de morir. la publicidad dice: Si eres un adicto a las redes sociales, Lives On te permitirá twittear mensajes aún luego de tu muerte.
O comprar en Eternal Reefs, una urna y descansar bajo el mar; este original producto te permite resguardar las cenizas de tus seres queridos en un arrecife natural.
Y hay mucho más pero nada se compara a este velorio porteño, narrado a través de este tema musical:
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Fuentes: redfuneraria.com/ Emilio Roig de Leuchsenring/ quhist.com
Video de:youtube.com/channel/UC
La imagen es gentileza de chistes21.com
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