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viernes, 18 de septiembre de 2015

Cosas de la vida breve 12.

Viernes
Porque hoy es viernes amanecerá diez minutos antes, y el sol formará esa bruma alegre y luminosa en la mañana incipiente. Y es que, porque hoy es viernes, sabré de ti y de tu horario preciso, podré hallarte al conocer tu momento y el lugar exacto.
Pero antes amanecerá con mi despertar ansioso, esperanzado en el encuentro; destellarán las primeras luces, descubridoras de las efímeras brumas, anunciando el resurgir de todo lo que tiene la capacidad de amanecer.
Será así el inicio de un día, que es viernes, en el que sabré encontrarte.  Te hallaré ya entrada la mañana, con la luz invasora de rincones inverosímiles, ya la bruma matutina aniquilada incluso para el recuerdo.

Te he de descubrir cuando el día brille en su mayor esplendor y tú vistas el vestido blanco, ese que recoge toda la luz y también todo el aire en el movimiento de los pliegues de tu falda. Así te he de ver, luminosa y etérea, caminando hacia mí en la hora precisa, en el lugar acordado, el día de hoy… viernes, por más señas.

Pliegues

He dedicado mi tiempo al estudio de los pliegues íntimos de tu piel, y apenas ahora comienzo a conocerte.
Recorro con el tacto las sinuosas venas de apariencia azul que se insinúan en el dorso de tu mano o en tu cuello, a veces, o en algunas partes de tus blancos senos; las oprimo, las beso, las sigo hasta perderlas porque se ocultan en las profundidades de tu carne. También palpo, acaricio, aprieto la tersura de tu piel sobre las rodillas u otras articulaciones, y percibo la contundencia del hueso sobre el que resbala tu piel y mi mano. Y tanteo con la punta de la lengua y los dedos las pequeñas prominencias que las vértebras dejan en tu espalda, como un vaivén, como tropezones dulces en un pastel. Después rebusco entre la melena que te nace en la nuca, tal que si contase cada pelo; los toco desde su base hasta el extremo, los junto y separo en mechones, juego con ellos hasta escuchar tu quejido oculto en una risa.
¡Tantas y tantas partes distintas y maravillosas! Y es que me gusta descubrirte y asombrarme, y me enamora cada vez más todo lo que tu cuerpo de mujer, es.
Coincidencia para la muerte

Existen seres humanos que están dispuestos a matarme.
Realmente están dispuestos a matar a cualquiera.
Ya antes lo han hecho, pues he oído de sus sangrientas acciones.
Ahora mismo, alguno de ellos, puede actuar con violencia sobre cualquiera de los que permanecemos vivos.
 Puede ser que tengamos algo que quieren o quizá nos tropecemos con ellos en un día que estén de mal humor. Lo cierto es que si llega el momento inoportuno, en el lugar preciso, aunque casual, que me encuentre con el ser iracundo que me enfrenta... se habrá desencadenando el acto legendario entre el cazador y la víctima.
Y es que yo no soy violento, ni siquiera tengo reprimida la violencia en lo más oculto del cerebro. Yo nunca puedo ser el que da caza.
Seré siempre el que recibe el navajazo, aquel que sufre el golpe en la nuca, al que le estallan junto a la cara los fuegos de la locura.
Él está ahí, esperando en un lugar cualquiera al lado de la carretera; se encuentra a la expectativa sin ni siquiera saberlo.
Puede que ahora mismo haga planes para otras muertes, pero el momento que le enfrente a mí tan sólo está pendiente de la coincidencia de nuestros dos cuerpos en un lugar todavía indeterminado.
No es seguro que llegue ese instante.
Tampoco tengo la certeza de que no llegue.


Recopilación de textos anónimos : Fuente www.escolar.com

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