Desde Cesare Bonesana, marqués de
Beccaria, (1738/1794) hasta la actualidad el principio jurídico de la
presunción de inocencia está vigente en la mayoría de los países democráticos,
y el nuestro pese a algunas cosas que necesitan un reacomodamiento, lo es.
Mucha gente, y así parezca un
pobre argumento decir mucha, cree y con razón que el periodismo es culpable de
crear esa especie de fetiches humanos que a fuerza de repetición, repetición
repetición, pasan a formar parte de ídolos intocables a quienes nada ni nadie
puede juzgar, ni siquiera criticar.
La señora Hebe de Bonafini, es
uno de esos fetiches.
Dice ante una convocatoria de la
Justicia, repetida en estos días que ella no es una delincuente, que esa
calificación le viene bien a otros, pero en lugar de presentarse y señalarlos
con el dedo de su verdad, se ofende, despotrica contra el magistrado que la
convoca, se siente una perseguida política, se acuerda a cada momento del neo
presidente Macri a quien dedica frases propias de algún integrante de los
borrachos del tablón, y como mula terca, se empaca, se emperra, se obstina.
Y entonces los comunicadores
dicen: Yo la entiendo a Hebe, está grande (¿¡) el Juez debiera ir a su casa a
tomarle declaración.
Porque; no sé
Mientras Hebe les hace pito catalán se
va a Roma, a la plaza todas las semanas, con frio o lluvia con una energía que
muchos le envidian, putea, hace política partidaria kirchnerista, manda al carajo al Juez,
ante un inexplicable grupo de
“representantes populares” entre ellos varios ex funcionarios del anterior
gobierno que aplauden como cuando estaban en la Rosada, utilizando a esa Señora
anciana a la que dicen proteger para ver si aún pueden con estas acciones
lograr un poco de cartel, ese que ya no brilla porque al quedar al descubierto
la farsa en la que actuaron durante doce años fueron bajados de la cartelera
principal.
Tal vez por eso, nadie quiere ser
quien le ponga el cascabel al gato.
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