Sorprendido.
Perdí mis pocas monedas en el
trayecto de casa a la parada del autobús. Lo descubrí cuando las busqué en el
bolsillo del pantalón y noté que no lo llevaba puesto. Asustado, quise cubrirme
con la chaqueta, pero esta tampoco la tenía encima.
Entonces pretendí quitarme la
corbata, pues nada me desagrada más que llevar esa prenda sin chaqueta, pero
resulta que tampoco tenía corbata. Inmediatamente, sospechando lo peor, miré
hacia mi pecho, y descubrí la ausencia de la camisa. Así me hallé, en medio de
la calle, a la altura de la parada del autobús, sorprendidamente desnudo.
Tiempo
Una tarde calma y plácida de
domingo soleado, pescaba Pascual en un río manso y sosegado. No tenía suerte
con los peces, y la inmovilidad y el sopor le fueron adormeciendo sobre la
piedra llana en la que se hallaba sentado.
Abrió plácido los ojos, asustado,
cuando casi se cae de su duro asiento de piedra, pero su sorpresa fue mayor al
ver que, a su alrededor, se había hecho de noche.
Se incorporó con esfuerzo, pues le dolían
todas las articulaciones, y una vez en pie pudo comprobar, a la luz
sorprendentemente intensa de la luna, que el río estaba seco, que al otro lado
no había pueblo alguno y que a su espalda ya no existía el bosque, sino un
páramo desierto.
Pascual había dormido tanto como
la vida en la tierra.
Huida
La vio en la distancia, pero no
la reconoció; aun así se puso a correr en dirección contraria sin saber por qué
lo hacía. "Debo de estar loco", pensó. Cuando, agotado, detuvo su
huida, miró hacia atrás con aprensión, y vio, aún más cerca que antes, a la
pálida figura enlutada que extendía su huesuda mano hacia él.
El calendario
Miró hacia el calendario clavado
en la pared, y los números parecían bailar ante él. Extendió su mano y puso la
palma sobre la hoja del mes de Abril; así notó el movimiento, como de hormigas,
que hacían cosquillas en su piel.
Cuando levantó la mano, los números
de los días le miraban sonrientes, pero seguían burlones y saltarines. Él sólo
deseaba saber cuánto tiempo faltaba para la noche, pero los traviesos días no
querían decírselo
Amanece
La noche se tornó rojiza en uno
de sus extremos, avisando el amanecer. Los ojos del insomne se concentraron con
desesperación en aquel anuncio de esplendor, y agradeció el fin del frío y la
huida de la oscuridad.
Íntimamente se alegró del nuevo
día, pues aunque la soledad no tendría tan fácil solución como la luz, al menos
se irían todos los fantasmas que le hacían ilusoria compañía.
Recopilación de textos anónimos:
Fuente:escolar.com
la imagen es gentileza de
:liupis.com
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