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sábado, 15 de marzo de 2014

La felicidad, ja, ja, ja, ja.

Hay una infinidad de cosas que es muy difícil juzgar con acierto. Mas hay una cuestión respecto de la que parece ser muy difícil formar opinión y que está al alcance de todos, que es la de saber cuál es el bien que debe escogerse en la vida, y cuya posesión llenaría todas nuestras aspiraciones. Hay mil accidentes que pueden comprometer la vida del hombre, como las enfermedades, los dolores, la intemperie de las estaciones, y, por consiguiente, si desde el principio se pudiera escoger, evitaríamos, indudablemente, todas estas pruebas.
Agreguemos a esto la vida que el hombre pasa mientras está en la infancia, y preguntad si hay un ser racional que quiera pasar una segunda vez por semejante situación. Hay muchas cosas que no producen placer ni dolor, o que, si proporcionan placer es un placer vergonzoso. En una palabra, si se reuniese todo lo que los hombres hacen, y todo lo que padecen sin que su voluntad tenga en ello participación, ni pueda proponerse con ello un fin preciso, y a esto se añadiese una duración infinita de tiempo, no hay uno que para tan poca cosa prefiera vivir a no vivir.

El solo placer de comer, y aun los del amor, con exclusión de todos que el conocimiento de las cosas y las percepciones de la vista o de los demás sentidos pueden procurar
al hombre, no bastarían para que prefiera la vida nadie que no estuviera absolutamente embrutecido y degradado.
Es cierto que si se hiciera tan innoble elección no habría ninguna diferencia entre un bruto y un hombre, y el buey que se adoraba  tan devotamente en Egipto, bajo el nombre de Apis, tiene todos estos bienes con más abundancia y goza mejor de ellos que ningún monarca del mundo. 

En igual forma no podría quererse la vida por el simple placer de dormir, porque díganme: ¿Qué diferencia hay entre dormir desde el primer día hasta el último durante miles de años, y vivir como una planta?
Las plantas sólo tienen esta existencia inferior, la misma que tienen los niños en el claustro materno; porque desde el momento que son concebidos en las entrañas de su madre permanecen allí en un perpetuo sueño.
Todo esto nos prueba, evidentemente, nuestra ignorancia y nuestro embarazo, cuando tratamos de saber qué felicidad y qué bien real hay en la vida.
Se cuenta que Anaxágoras, como le propusieran todas estas dudas y le preguntaron por qué el hombre prefería la existencia a la nada, respondió: "Es para poder contemplar los cielos y orden admirable del universo."

El filósofo creía que el hombre obraba bien al preferir la vida teniendo tan sólo en cuenta la ciencia que se puede adquirir durante ella.
Pero todos los que admiran la felicidad de un Sardanápalo, de un Smindiride el Sibarita, o cualquier otro personaje famoso que no ha buscado en la vida otra cosa que continuas delicias, colocan la felicidad únicamente en los goces.
Hay otros que no dan la preferencia a los placeres del pensamiento y de la sabiduría, ni a los del cuerpo, sobre las acciones generosas que inspira la virtud; y se ve a algunos intentarlas con ardor, no sólo cuando pueden proporcionar la gloria, sino también en los casos en que nada pueden influir en su reputación.( adaptación de la obra de Aristóteles Moral a Eudemo)
Me pedís un ejemplo?
Te lo doy:



Aunque no lo parece, el tipo está feliz, más esta semana que por ausencia de la Sra. estará a cargo del barco.
Mientras siga interesado en el Sudoku, estaremos a salvo. 
Estaremos?

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