Según informa el “mataburros lunfa” de María Rosa Vaccaro, la voz “chanta” se aplica tanto como sustantivo o adjetivo a toda persona que no cumple con sus deudas o sus promesas y se manifiesta como un charlatán y presuntuoso.
Sin embargo un vocablo que se escucha actualmente con tanta frecuencia, merece que intente de delimitar más estrechamente su significado y ofrecer algunos ejemplos.
Consciente de la necesidad de este trabajo (dado que en los tiempos que corren la especie “chantas” parece reproducirse con extraordinaria celeridad) el periodista José Evaristo Ferrari, de larga y reconocida trayectoria en la profesión, “de periodista, no de chanta”, se abocó a la tarea de explicar primero que es un chanta de pura cepa y luego clasificarlos en 22 clases diferentes.
Como ilustrar sobre las 22 variantes de chantas, sería demasiado extenso y tal vez reiterativo en alguna de ellas, me ocuparé solo uno o dos, comenzando por “EL FUNCIONARIO” .
Sobre el funcionario, expresa Ferrari lo siguiente: “ los perfectos engranajes de la tan mentada burocracia de aquí y del mundo entero, con algunas (pocas) honrosas excepciones están más allá del tiempo y el espacio”.
No importa quién gobierne, no interesa su extracción , izquierda, derecha o las dos cosas a la vez con alguna que otra postura de centro, (se le llama pragmatismo) el funcionario para merecer el rótulo de tal, debe tener un hondo sentido de la inmortalidad; de lo contrario su vida detrás de un escritorio de madera tallada, adornado con bruñida lámpara de bronce y cortinas de voile, perdería identidad.
Esta propensión a la perpetuidad, se manifiesta de entrada por la cantidad de tarjetas personales con escudo y letras en relieve, que ordena imprimir apenas asume sus funciones y que servirían para abastecer las necesidades de tres generaciones enteras.
Es “el funcionario” un chanta que tiene la particularidad de utilizar un lenguaje especial y a menudo escribe con cierta pedantería y ampulosidad. Cuando está en funciones habla pulidamente y suele seleccionar su terminología con mucha precaución.
Los más atrevidos, cuelgan algún que otro diploma de dudosa procedencia, que le adjudica alguna profesión que ellos dicen “no ejercer porque su trabajo le absorbe todo el tiempo”.
La burocracia es la base de sustentación del poder de todos los gobiernos, y su estructura laberíntica comenzó a manifestarse desde las sociedades primitivas. La burocracia que se conforma mediante un mundo de papeles, sellos, demoras, colas, arbitrariedades, venalidades, opresiones, planillas, controles, y altiveces insoportables son los rótulos tras cuya aparente simpleza “los funcionarios” resguardan su compacta omnipotencia, con secretarias que cuidan sus espaldas colocando en las puertas de sus oficinas letreritos con la leyenda “HÁGASE ANUNCIAR”
Perfectamente imbricada a esta variedad de chantas, subsiste una sub-especie cuyos integrantes se corresponden con la categoría de “chantitas” en espera de su oportunidad.
Son los empleaditos que adoptan ínfulas de funcionarios, por más que presupuestariamente no pasan de la grilla ocho.
Son esos que suelen verse en muchas oficinas, moviéndose de un lado a otro con el ceño fruncido como si, de los cuatro papeles o del expediente que llevan en la mano en tren de consulta vaya uno a saber a quién, dependiera la estabilidad institucional del país.
Te hablan en primera persona: Yo no puedo aceptarte esto, me vas a tener que traer lo otro, o vení mañana que lo vemos más tranquilos porque hoy tengo un día infernal………..¡
Y como no es cuestión de hacer todo el trabajo en una sola jornada, cierro la nota, pongo los sellos y las firmas necesarias, y dejamos el expediente abierto para seguir en otra oportunidad.
He dicho.
BC.
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