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jueves, 12 de agosto de 2010

A Imagen y Semejanza




Ya lo decía Voltaire: El hombre nunca pudo producir por medio del arte nada de lo que produce la naturaleza.
Creyó que iba a hacer oro y nunca pudo hacer más que barro. Llegó a construir un ánade artificial, que andaba y movía el pico, pero no logró que digiriera y defecara.
¿Qué arte es capaz de producir esa materia que preparan las glándulas salivares, unidas al jugo gástrico y luego con la secreción hepática y el jugo pancreático, llega al fin a convertirse en un compuesto fétido y pútrido que sale por el intestino recto impulsado por la fuerza sorprendente de los músculos?
La descarga de los excrementos es tan necesaria para vivir como la misma manutención. Se necesita indudablemente tanta industria, tanto poder para producir la defecación, y para preparar los conductos que le dan salida, como para producir el semen que dio vida a Alejandro, Virgilio, Galileo, Newton, Da Vinci, Atila, o Julio César.
El mismo artificio prepara, forma y evacúa los excrementos en el hombre como en los animales. No nos   extraña pues, que el hombre, con todo su orgullo, nazca entre la materia fecal y la orina, porque esas porciones de sí mismo, más o menos elaboradas, más o menos pútridas, deciden su carácter y de la mayor parte de los actos de su vida. Se ve incluso en los rostros del que evacúa a diario y del constipado; uno anda sonriente por la vida, el otro siempre con aire caracúlico.
Cuando el hombre tiene diarrea languidece y está débil, le falta fuerza para ser perverso, pero cuando está constipado, la sal y el azufre de su excremento penetran en sus vasos  quilíferos , introducen la acrimonia en su sangre, y con frecuencia crean en su cerebro ideas atroces. Algunos hombres llegan a ser criminales por la acrimonia de su sangre, que nace de los excrementos que la alteran. Será también por esto que algunos tienen mal aliento?  
Al  hombre soberbio, que se cree imagen de la divinidad, puede preguntársele si Dios come, si Dios está dotado de intestino recto; y ese hombre sería menos soberbio si estuviera enterado, que su corazón  y su talento dependen de una evacuación, y entonces ya no se creería imagen de Dios.
Algunos pensadores dudan que el alma inmaterial e inmortal venga, no saben de donde, a alojarse por poco tiempo entre la materia fecal y la orina.
¿Que tenemos más que los animales? Más ideas, más memoria, el don de la palabra y apenas dos manos hábiles.
¿Quién nos concedió estos dones? El mismo que le dio alas a los pájaros y escamas a los peces. Si somos sus criaturas, como hemos de ser su imagen. A esos filósofos les contestaremos que solo somos imágenes de Dios, en cuanto al pensamiento.
   

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