La pasada semana los diarios en su mayoría dieron cuenta de una noticia que decía más o menos así: Un informe de la Administración Nacional de Aeronáutica y del Espacio (National Aeronautics and Space Administration, NASA) de los Estados Unidos reveló que la luna, nuestro satélite, se achicó.
Su circunferencia mide ahora 100 metros menos por un “enfriamiento interno”. El trabajo pudo realizarse gracias las imágenes que tomó el orbitador Lunar (LRO), que es una sonda espacial que la NASA puso en la órbita de la Luna en junio del año pasado.
Las imágenes, que fueron publicadas en la revista Science muestran modificaciones en la superficie de la Luna que no habían sido detectadas anteriormente.
Norberto Firpo, Periodista y Escritor argentino que se desempeña como colunnista en el diario "La Nación" de Buenos Aires, describió en su obra "Las Paralelas no se tocan nene" (Emece Editores 1972) otra característica de la luna, la que ahora al achicarse nos quita cien metros de luminosidad y romanticismo en el plenilunio, y que demuestra que no solo se está poniendo más estrecha, sino que viene perdiendo cartel desde hace mucho tiempo.
Dice el relato de Firpo: "A mediados del siglo XVI, un tal Daniel de Siebenburgen, de profesión alquimista fué a ver al Gran Duque de Toscana y le contó que tras quemarse las pestañas investigando el Misterio de la Vida y la Muerte, había sacado en conclusión que el Universo era fruto de la eterna puja entre el bien y el mal, entre lo positivo y lo negativo, y que de todas las teorías al respecto(partiendo desde Aristóteles 384-322 a.C) se quedaba con la de los monjes mazdeístas, precisamente ésa.
El Gran Duque de Toscana lo escuchó respetuosamente,pero al pretender Daniel entrar en detalles, lo frenó en seco y le dijo:"Está bien, le creo. Ahora dígame cómo puedo obtener oro a partir del plomo (que para eso se habían inventado los alquimistas).
Daniel le rogó que tuviera un poco de paciencia, apenas la necesaria para contarle su más flamante razonamiento.
"La luna, le dijo, no es lo que parece desde la tierra. En realidad es una meretriz y una alcahueta, a quien el Sol tuvo por legítima esposa, tiempo ha, cuando el Sol era un adolescente y se creía en el deber de rescatarla del pecado. Pagó caro su cometido, señor Gran Duque, muy caro.
Así es que fue condenada a reinar en tinieblas, por decisión divina, como símbolo de la ponzoña. Y ahí la tiene ahora."
El Gran Duque de Toscana le preguntó si con la víbora ya no se tenía suficiente símbolo, y en todo caso si podía mostrar pruebas que la Luna era una tipa de la vida y, para peor, proxeneta."
"Si el Universo todo es la prueba de que existe una pugna entre fuerzas buenas y malas, positivas y negativas, masculinas y femeninas -concluyó Daniel - entonces el oro debe ser también el producto del enfrentamiento entre elementos antípodas."
El Gran Duque admitió que la idea no era descabellada; lo contrató y le instaló un laboratorio en los sótanos de su palacio.
A partir de allí, no tuvo dudas que el alquimista trabajaba activamente, ya que de tanto en tanto el palacio era estremecido por tremendas explosiones. Al cabo de cuatro años de ansiosa vigilia, el Gran Duque decidió bajar al sótano, a exigir al sabio rendición de cuentas.
"Sabe, dijo Daniel, creo que no le conté un detalle respecto de la luna, que en cierto modo invalida mi teoría de los polos opuestos."
El Gran Duque, con una mano en el pomo de su daga importada de Florencia, le preguntó cuál detalle.
"Ud. leyó "El Banquete" de Platón, en donde expone su teoría de los seres andróginos? Para mí la Luna es andrógina, meretriz y alcahueta, eso lo mantengo y agrego que es "andrógina"
El teólogo alemán Jakob Bohme (1575/1624) retoma la sospecha de Daniel de Siebenburgen, abruptamente fallecido en Toscana, y postula la especie que Adán fue el "ser primero, completo y único", eximido de la "doble naturaleza", y que el advenimiento de la mujer le restó esa virtud en beneficio de un sólido incentivo: la resposabilidad de su propia redención (dando por descontado que Eva lo pervertiría).
El debate se prolongó unos doscientos años, hasta que Antoine Laurent Lavoisier (1743/1794) estampó su "Nada se crea, nada se destruye" y, en detrimento de los alquimistas rescató el buen nombre y honor de la Luna.
Emblema romántico durante el siglo XIX, su prestigio ha vuelto a decaer por causas que son de dominio público."
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