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sábado, 1 de octubre de 2011

Se me escapó la tortuga.

Debía visitar a un Sr. de apellido Orhuga, por un negocio inmobiliario y para ello debí trasladarme a Castelar en la zona oeste en el municipio de Morón.
Orhuga vendía plantas, flores, semillas y bichos incluyendo entre estos a las cansinas, aburridas y solitarias tortugas.
Cuando llegué al lugar, en las inmediaciones me encontré con un vendedor de avellanas confitadas y aunque no soy muy afecto a las cosas dulces en ese momento me tenté y compre un cucurucho y mientras ingresaba en el predio donde el posible comprador de mi departamento desarrollaba sus actividades, deposité unas cuatro o cinco en mi cavidad bucal para degustar que tal estaban..
Debe haber sido una avellana la que se cruzó entre molares y premolares, incisivos y caninos en su camino a mi estómago la que hizo que cuando aquella hermosa criatura que se acerco a preguntarme que deseaba, yo contestase con voz no muy clara: busco al Sr. Orhuga.
Su estampa al alejarse contoneando su diminuta cintura me impacto de igual manera que cuando la vi llegar; todo en perfecto orden, nada fuera de lugar.
Dos o tres minutos después reapareció portando entre sus manos una gran tortuga que parecía querer nadar en el aire de la manera en que movía sus extremidades o intentar levantar vuelo dado que la joven extendía sus brazos hacia adelante como queriendo alejar lo más posible al bicho de su cuerpo.
El pedacito atravesado de la avellana me bajo como por encanto y antes que pudiera siquiera indicar que lo que yo menos quería era una tortuga, vi que el reptil de caparazón escudado pareció inclinarse hacia la izquierda, volar unos cincuenta centímetros y caer extrañamente sobre sus patas al igual que un gato, justo debajo de unas plantas de agave (un cartel indicaba eso)  guareciéndose debajo de ellas y  como desafiando tipo “sacame de aquí si te da el cuero”.
La damita se quedó mirando al bicho que lentamente se perdió bajo la planta protectora y de pronto miró su mano derecha, luego me miró a mí, lanzó como una especie de suave lamento y se me acerco con la mano extendida tipo princesa del renacimiento que espera que el galante caballero bese su mano y me dijo: Me mordió…..¡
Como?, pregunté sin comprender a que se refería.
-La tortuga, me mordió.
-La tortuga, pregunté incrédulo, estás segura, si las tortugas son buenas, muy buenas, buenudas diría.
-Mirá, fijate, dijo acercándose tanto  a mí como Larissa Riquelme a Tinelli .
En verdad tenía como una especie de rasguño, que pienso pudo haber sido de cualquier cosa menos de la pobre tortuga que para entonces y como por arte de magia había desaparecido de la escena.
Para no ser descortés y como atendiendo su reclamo le dije: Saliva, ponele un poco de saliva y se te pasa.
Ella volvió a levantar su mano de princesa hacia la altura de mi boca que aún conservaba restos de avellanas, y para aventar cualquier tentación, le dije: la tuya, la mía no sirve.
Me miró con sus hermosos ojos verdes, que se reflejaban en los míos verdes también, al tiempo que  insistió con su manito, y su rostro cada vez más cerca.
Ya estaba por sacar mi órgano móvil vulgarmente conocido como lengua de su estuche, cuando mi celular comenzó a sonar insistentemente.
-Perdón dije, tengo que atender. Ella me dedico una sonrisa, y se alejó unos pasos, pero no los suficientes como para no oír que yo decía: Marissa, sí, estoy en Castelar con el Sr. Orhuga……,  que el señor Orhuga  está allí en la oficina con vos.?¡
Bueno, quise decir que estoy esperándolo.
Ah,van a ir a ver el departamento. Bueno, ya voy para allá.
Cuando guardé el celular, me di cuenta…… que se me había escapado la tortuga. 
          

Gracias:youtube.com/user/manolo2345

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