Debía
visitar a un Sr. de apellido Orhuga, por un negocio inmobiliario y para ello
debí trasladarme a Castelar en la zona oeste en el municipio de Morón.
Orhuga
vendía plantas, flores, semillas y bichos incluyendo entre estos a las
cansinas, aburridas y solitarias tortugas.
Cuando
llegué al lugar, en las inmediaciones me encontré con un vendedor de avellanas
confitadas y aunque no soy muy afecto a las cosas dulces en ese momento me
tenté y compre un cucurucho y mientras ingresaba en el predio donde el posible
comprador de mi departamento desarrollaba sus actividades, deposité unas cuatro
o cinco en mi cavidad bucal para degustar que tal estaban..
Debe
haber sido una avellana la que se cruzó entre molares y premolares, incisivos y
caninos en su camino a mi estómago la que hizo que cuando aquella hermosa
criatura que se acerco a preguntarme que deseaba, yo contestase con voz no muy
clara: busco al Sr. Orhuga.
Su
estampa al alejarse contoneando su diminuta cintura me impacto de igual manera
que cuando la vi llegar; todo en perfecto orden, nada fuera de lugar.
Dos
o tres minutos después reapareció portando entre sus manos una gran tortuga que
parecía querer nadar en el aire de la manera en que movía sus extremidades o
intentar levantar vuelo dado que la joven extendía sus brazos hacia adelante
como queriendo alejar lo más posible al bicho de su cuerpo.
El
pedacito atravesado de la avellana me bajo como por encanto y antes que pudiera
siquiera indicar que lo que yo menos quería era una tortuga, vi que el reptil
de caparazón escudado pareció inclinarse hacia la izquierda, volar unos
cincuenta centímetros y caer extrañamente sobre sus patas al igual que un gato,
justo debajo de unas plantas de agave (un cartel indicaba eso) guareciéndose debajo de ellas y como desafiando tipo “sacame de aquí si te da
el cuero”.
La
damita se quedó mirando al bicho que lentamente se perdió bajo la planta
protectora y de pronto miró su mano derecha, luego me miró a mí, lanzó como una
especie de suave lamento y se me acerco con la mano extendida tipo princesa del
renacimiento que espera que el galante caballero bese su mano y me dijo: Me
mordió…..¡
Como?,
pregunté sin comprender a que se refería.
-La
tortuga, me mordió.
-La
tortuga, pregunté incrédulo, estás segura, si las tortugas son buenas, muy
buenas, buenudas diría.
-Mirá,
fijate, dijo acercándose tanto a mí como
Larissa Riquelme a Tinelli .
En
verdad tenía como una especie de rasguño, que pienso pudo haber sido de
cualquier cosa menos de la pobre tortuga que para entonces y como por arte de
magia había desaparecido de la escena.
Para
no ser descortés y como atendiendo su reclamo le dije: Saliva, ponele un poco
de saliva y se te pasa.
Ella
volvió a levantar su mano de princesa hacia la altura de mi boca que aún
conservaba restos de avellanas, y para aventar cualquier tentación, le dije: la
tuya, la mía no sirve.
Me
miró con sus hermosos ojos verdes, que se reflejaban en los míos verdes
también, al tiempo que insistió con su
manito, y su rostro cada vez más cerca.
Ya
estaba por sacar mi órgano móvil vulgarmente conocido como lengua de su estuche,
cuando mi celular comenzó a sonar insistentemente.
-Perdón
dije, tengo que atender. Ella me dedico una sonrisa, y se alejó unos pasos,
pero no los suficientes como para no oír que yo decía: Marissa, sí, estoy en
Castelar con el Sr. Orhuga……, que el señor
Orhuga está allí en la oficina con vos.?¡
Bueno, quise decir que estoy esperándolo.
Bueno, quise decir que estoy esperándolo.
Ah,van a ir a ver el departamento.
Bueno, ya voy para allá.
Gracias:youtube.com/user/manolo2345
0 comentarios:
Publicar un comentario