Listo, ya está.
Ya votamos, fuimos a la plaza, cantamos
consignas en contra de todos los que no piensan como nosotros, bailamos, le
dimos al choripán, a la birra, al ferné.
Cumplimos.¡
A partir de ahora en más la responsabilidad
es de Cristina.
Nosotros volveremos a los piquetes, a los
cortes, a los paros por esto, aquello y lo otro, al pedido de mayor cantidad de
planes sociales, a que los 52 fines de semana que tiene el año sean
"largos", a la protesta en lugar de la propuesta, a seguir con la
política del mayor rédito con el menor esfuerzo, a los decretos de necesidad y
urgencia, a la burocracia del sello de goma,
a parar cualquier tipo de servicio porque suspendieron a un
"Compañero", a tolerar que los dirigentes sindicales nos mojen la
oreja y en algunos casos nos toquen el culo, a la inflación porque el dólar
sube, sube, sube, (nunca baja) pues estamos tan acostumbrados a convivir con
ella que cuando, (cuando?) está baja nos agarra fiebre, a la inseguridad, a la
injusta justicia, a la tevé basura, y varias otras cosas que nos caracterizan
como argentinos y nos hacen diferentes al resto del mundo.
Pero votamos, y como Riquelme estamos
filices, tanto que le dimos todo el poder a una sola fuerza política.
Y cuando digo "todo el
poder" debo agregar que ello incluye el control del Senado y la Cámara de Diputados,
varias gobernaciones de provincias y cantidades de municipios grandes y chicos
a lo largo y ancho del país.
Sinceramente no creo que eso sea bueno para
la salud de la República y sus instituciones..
José Ingenieros decía que "Los países
son expresiones geográficas y los Estados son formas de equilibrio político.
Una Patria es mucho más y es otra cosa:
sincronismo de espíritus y de corazones, temple uniforme para el esfuerzo y
homogénea disposición para el sacrificio, simultaneidad en la aspiración de la
grandeza, en el pudor de la humillación y en el deseo de la gloria.
Cuando falta esa comunidad de esperanzas, no
hay patria, no puede haberla; hay que tener ensueños comunes, anhelar juntos
grandes cosas y sentirse decididos a realizarlas, con la seguridad que al
marchar todos en pos de un ideal, ninguno se quedará en mitad del camino
contando sus talegas.
La patria está implícita en la solidaridad
sentimental de una raza y no en la confabulación de los politiquistas que
medran a su sombra.
No basta acumular riquezas para crear una
patria.
Las áureas minas, las industrias afiebradas y
las lluvias generosas hacen de cualquier país un rico emporio: se necesitan
ideales de cultura para que en él haya una patria.
Se rebaja el valor de este concepto cuando se
lo aplica a países que carecen de unidad moral, más parecidos a factorías de
logreros autóctonos o exóticos que a legiones de soñadores cuyo ideal parezca
un arco tendido hacia un objetivo de dignificación común.
Mientras un país no es patria, sus habitantes
no constituyen una nación.
El celo de la nacionalidad sólo existe en los
que se sienten acomunados para perseguir
el mismo ideal"
Hacer grande un país no se agota en un simple
acto eleccionario por más contundente que sea su resultado, por eso es
saludable la exhortación de la PresidenTe cuando manifiesta que
“no nos distraigan con enfrentamientos inútiles, que haya un política de
continuidad, no de personas o partidos políticos, sino de proyecto político de
país y de nación”.
Su construcción es algo que compete a todos.
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