El hombre vestido de cura que
ostenta la jerarquía de arzobispo de La Plata (justo el nombre) se sintió
bastante molesto cuando le preguntaron si cobraba un sueldo del estado bastante superior
a las cuarenta luquitas ($. - 46.800,00)
“Creo que sí. Lo gasto, lo gasto
en darle a los pobres, tengo clientes fijos y después a sacerdotes que les
falta. Para pequeñas cosas mías por supuesto también” fue su respuesta en una
entrevista radial.
"Creo que hay una mala
educación, una deseducación, agregó en los fieles católicos que no aportan. Uno
se fija en lo que es la limosna en la misa, en el momento del ofertorio se hace
una colecta, esa colecta suele ser miserable".
Los protagonistas de este relato
son tres curas de pueblo chico, que al igual que Monseñor Aguer se lamentan
porque las limosnas que deben incluso compartir con la Iglesia resultan como
dice el hombre de La Plata, (sin connotaciones extras, che) una miseria.
La pregunta de uno de ellos: Che,
como reparten Uds. las limosnas que dejan los fieles en sus iglesias?
El cura al que llamaremos 1 dice:
Bueno, yo hago un circulo y me coloco justo en el centro del mismo, lanzo hacia
arriba todo lo recaudado y lo que cae dentro del circulo es para la Iglesia, y
lo que queda fuera es para mí.
El cura 2 dice: Bueno, con alguna
pequeña variante, yo hago algo similar.
Trazo una línea frente de mí, y
lanzo todo lo recaudado hacia allí. Lo que pasa fuera de la raya es para la
Iglesia, y lo que queda de este lado es para mí.
El cura 3, algo más veterano que
los dos anteriores, se toma un minuto como si estuviera reflexionando, luego de
colocar sus manos entrelazadas sobre abdomen bastante prominente, signo de un
mejor status que sus colegas para decir ceremoniosamente:
Yo al contrario de Uds. las
limosnas no las comparto con la Iglesia, solo lo hago con Dios.
Ante la mirada de curiosidad de
los otros dos, vuelve a utilizar el recurso de mirar hacia allá (al horizonte
claro) carraspea un poco y al final explica:
Yo las limosnas las arrojo hacia
arriba, todas juntas, las que agarra Dios son para él, y el resto para mí.
Monseñor Aguer, respetuosamente
le digo si le rebajan o quitan el subsidio que recibe, piense que la tercera
opción es bastante práctica, recuerde que Dios aprieta, pero no ahorca, menos
ahora que el Pope Francisco se dio cuenta del feeling que le brota por todos
sus poros hacia sus antes casi ignorados conciudadanos argentinos.
Orémus.
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