"Non calentarum, largum vivire" (Pura filosofía griega)
Mi tío Perico se
encontraba bien de salud, hasta que su mujer, mi tía Maruca, a instancias de su
hija, mi prima Tota, le dijo:
Perico vas a cumplir 70
años, es hora de que te hagas una revisión médica.
¿Y para qué?, si me
siento muy bien.
Porque la prevención debe
hacerse ahora, cuando todavía te sentís joven, contestó mi tía.
Por eso mi tío fue a
consultar al médico.
El médico, con buen criterio, le mando a hacer exámenes y
análisis de todo lo que pudiera hacerse y que la obra social pagase. A los
quince días el doctor le dijo que estaba bastante bien, pero que había algunos
valores en los estudios que sería conveniente mejorar. Entonces le recetó Simgrasus Grageas
para el colesterol, Bobex strong heart
para el corazón, Dormídormil para los trastornos del sueño, Vitalbitol,
complejo vitamínico, Low -Pressure para la presión, Alergicatel para
la alergia, Prostiprost, para el cuidado de la próstata. Arrúmbate compuesto para el reuma, Artritolull para la
artrosis y en consideración que los medicamentos eran muchos y había que
proteger el estómago, le indicó StomaKum B12 y Omehopancex.
Mi tío Perico fue a la
farmacia y gastó una parte importante de su jubilación, por varias cajitas
primorosas de colores variados.
Con tanto nombre difícil,
al tiempo no lograba recordar si las pastillas verdes para la alergia las debía
tomar antes o después de las cápsulas para el estómago, y si las amarillas para
el corazón iban durante o al terminar las comidas, por lo cual volvió al
médico.
Este, luego de hacerle un
pequeño detalle de las posologías, como lo notó un poco tenso y algo
contracturado, le agregó a lo anteriormente indicado dos fármacos más:
Nervocalm y Aflojatex Max.
Esa tarde, cuando entró a
la farmacia con las recetas, el farmacéutico y sus empleados hicieron una doble
fila para que él pasara por el medio mientras ellos lo aplaudían.
Mi tío, en lugar de estar
mejor, estaba cada día peor. Tenía todos los remedios en el aparador de la
cocina y casi no salía de su casa, porque no pasaba momento del día en que no
tuviera que tomar una pastilla.
A la semana, el
laboratorio fabricante de varios de los medicamentos que él usaba lo nombró
"cliente protector" y le regaló un termómetro, un frasco estéril para
análisis de orina, una birome con el logo de la empresa, un vademécum para
principiantes, un pote de Vick-VapuRub NF, y un imán para la heladera que
decía: “Cuídate, que te cuidaré” –Laboratorios Pendorcho.
Para colmo mi tío Perico se
puso a leer los prospectos de todos los medicamentos que tomaba y así se enteró
de las contraindicaciones, las advertencias, las precauciones, las reacciones
adversas, los efectos colaterales y las interacciones médicas.
Lo que leía eran cosas
terribles, podría con el coctel de medicamentos oportunamente recetados, tener
arritmias ventriculares, cefalea, náuseas,diarrea, hipertensión, insuficiencia
renal, parálisis, dolores gastrointestinales y abdominales, rash, fiebre,
incremento de la bilirrubina, vértigo, insomnio, alteraciones del estado mental,
urticaria, agitación, vómitos, flatulencia, dispepsia, alteración del gusto,
visión borrosa, retención hidrosalina, fotosensibilidad, úlcera péptica,
angiodema, epistaxis, ictericia, síndrome heparenal, agranulocitosis, diplopía,
irritabilidad, escotoma, oliguria, síndrome de Stevens Johnsons y otro montón de cosas espantosas.
Asustadísimo, llamó al
médico, quien al verlo le dijo que no tenía que hacer caso de esas cosas porque
los laboratorios las ponían para justificar el costo de los medicamentos.
Tranquilo, Don Perico, no
se excite,le dijo el médico mientras le hacía una nueva receta indicándole seis frascos de Vos-Quietitum
Forte x 15 mg.
Semanalmente, mi tío iba a la farmacia donde ya lo habían nombrado
cliente VIP. Esto lo hacía poner muy mal, razón por la cual el médico le
recetaba nuevos y variados medicamentos.
Llegó un momento en que
al pobre de mi tío Perico las horas del día no le alcanzaban para tomar todas
las pastillas, por lo cual ya no dormía, pese a las cápsulas contra el insomnio
que le habían recetado. Tan mal se había puesto que un día, cumpliendo a rajatabla todas las tomas indicadas y haciéndole caso a
los prospectos de los remedios, se murió.
Al entierro fueron todos,
pero el que más lloraba era el farmacéutico.
Aún hoy mi tía Porota afirma que
menos mal que lo mandó al médico a tiempo, porque si no, seguro que se hubiese
muerto antes.*
*Adaptación de un suelto de la Web.
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