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miércoles, 25 de septiembre de 2013

Mi primera vez.

Recuerdo que "esa" conversación comenzó como cualquier otra, del tipo  en las cuales, todos los temas son tratados con la misma solvencia y/o ignorancia, ya sea que hablemos de mujeres, de fútbol, de motores, o de cómo viven su vida los mosuo.
El más insistente era Gino la mejor "forchetta" del grupo, o como se le diría aquí el de mejor diente por ser amante de la buena mesa.
Así que vos…., nunca.
Si respondí, nunca….
Naaaa, dejate de joder, pero al menos sabrás como son.
Si, rosaditas.
Sabés que si no son tratadas como corresponden también tienen un poquito de olor, por el lugar donde se encuentran.
Si, lo sé por eso es que, bueno, no sé.,
Me interrumpen: Hagamos una cosa, llamamos a Clarita que ella te la haga probar. Clarita de eso sabe un toco.
Clarita era, como casi la mayoría de quienes portan ese nombre un tanto morenita, con un par de gomas que en su desarrollo le habían quitado por lo menos 15 cms. de altura que ella compensaba utilizando unos tacos altos finos, en los cuales trataba de mantenerse erguida la mayor parte del día.
Antes que pudiera negarme ya estaban hablando con Clarita, explicándole la situación y Gino haciéndome el gesto del pulgar levantado, coordinaba un encuentro en el cual yo sería iniciado por ella en el arte en el cual según mis amigos, era todo una experta.
A las nueve de esa noche, estaba yo con una botella de espumante en la mano frente a la casa de Clarita, dispuesto a tratar de superar de la mejor manera este capricho de mis amigos.
Me recibió con dos besos, uno por mejilla, y quitándose apresuradamente el delantal de cocina, me dijo: pasá, ponete cómodo, en dos minutos estoy con vos y nos metemos de lleno en el asunto, ya vas a ver que la vamos a pasar bomba, mis viejos están de viaje así que no hay de qué preocuparse.
La casa de los padres de Clarita, estaba ubicada sobre el local de la pescadería de la cual eran propietarios, y era un ambiente realmente acogedor. Clarita se había esmerado en los detalles de la mesa, que incluía hasta candelabros, una luz cálida pero brillante, y una música donde Claudio Baglione con esa voz de papel de lija que lo caracteriza, desgranaba los versos de su tema “Questo piccolo grande amore”
Luego de la ceremonia previa que se realiza siempre en este tipo de encuentros, Clarita, sonriente me dijo: Bueno, yo creo que es hora del plato fuerte; le damos.
Dale dijo yo.
Y allí fue la primera vez, que degusté...............: Esto:






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