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viernes, 22 de junio de 2018

Entre teorías y realidades.



La noticia dice que el Papa dijo el pasado sábado 16:

"El aborto está de moda, es habitual. Cuando en el embarazo se ve que quizás el niño no está bien o viene con cualquier cosa: la primera oferta es ¿lo tiramos? Lo mismo que hacían los nazis, pero con guantes blancos” algo que a varios le cayó mal sin tener en cuenta que es tarea del señor Papa estar en contra del aborto.

Igual en su defensa los voceros de SS dijeron:"La estrategia de manipular a Francisco puede esconder la negativa a hacernos cargo de nuestros propios errores", señaló una fuente cercana al Papa, al apuntar no solo al Gobierno, sino también a la sociedad y a los medios que salieron también a dar su versión sobre el tema.

Umberto Eco escribió en el 2015 un artículo de una serie de publicaciones que luego recopiló en un libro, “De la estupidez a la locura “ y que me pareció oportuno recordar alguno de los párrafos que publicó bajo el nombre:“Católicos estilo libre y laicos santurrones” 
“Cuando se habla de las grandes transformaciones espirituales que han marcado el final del siglo XX, siempre se cita la crisis de las ideologías, que es innegable y ha provocado una confusión de la distinción tradicional entre derecha e izquierda. Pero hay que preguntarse si la caída del muro de Berlín fue la causa del hundimiento, o tan solo una de sus consecuencias.
Pensemos en la ciencia: se pretendía que tuviera una ideología neutra, que fuera un ideal de progreso tanto para los liberales como para los socialistas (solo cambiaba la idea de cómo este progreso debía ser gestionado y a favor de quién, y sigue siendo ejemplar el Manifiesto comunista de 1848, que elogiaba con admiración las conquistas capitalistas y acababa más o menos con estas palabras: «Y ahora todo esto lo queremos nosotros». Era progresista quien tenía fe en el desarrollo tecnológico, y el individuo pasa de un consumo a otro en una especie de bulimia sin objetivo (el nuevo teléfono móvil nos ofrece poquísimas prestaciones nuevas respecto al viejo, pero el viejo tiene que ir al desguace para participar en esta orgía del deseo).

Crisis de las ideologías y de los partidos: alguien ha dicho que estos últimos son ahora taxis a los que se suben un cabecilla o un capo mafioso que controlan votos, seleccionados con descaro según las oportunidades que ofrecen, y esto hace que la actitud hacia los tránsfugas sea incluso de comprensión y no ya de escándalo. No solo los individuos, sino la sociedad misma viven en un proceso continuo de precarización.

¿Hay algo que pueda sustituir esta licuación? Todavía no lo sabemos, y este interregno durará bastante tiempo. Bauman observa que (desaparecida la fe en una salvación que provenga de las alturas, del Estado o de la revolución) es típico del interregno el movimiento de indignación. Estos movimientos saben lo que no quieren, pero no saben lo que quieren. Y quisiera recordar que uno de los problemas que se les plantean a los responsables del orden público a propósito de los «bloques negros» es que no es posible etiquetarlos, como se hizo con los anarquistas, con los fascistas o con las Brigadas Rojas. Actúan, pero nadie sabe cuándo ni en qué dirección, ni siquiera ellos.
¿Hay algún modo de sobrevivir a la liquidez? Lo hay, y consiste justamente en ser conscientes de que vivimos en una sociedad líquida que, para ser entendida y tal vez superada, exige nuevos instrumentos. El problema es que la política y en gran parte la “intelligentsia” todavía no han comprendido el alcance del fenómeno.

Para tener una idea más clara de ello es bueno invertir siete minutos, catorce segundos para comprender un poco más a Zygmunt Bauman,; luego de ello Ud. tal vez se pregunte que tiene que ver esto con el Papa de Roma y el aborto de Argentina.
Tiene, solo que  una gran mayoría  viene atrasada con los cambios vertiginosos que se producen a diario y siguen mezclando todo saliendo a la calle a gritar a diario por esto, por aquello y por lo otro desde hace 70 años  y más cuando el peronismo está fuera del poder, sin antes detenerse a reflexionar aunque sea un poquito dado que medios disponibles para hacerlo disponen a discreción.





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