****************

Buscar en este blog

miércoles, 3 de agosto de 2011

Retrato : Alejandro Jodorowsky

Primera reunión pánica. De izq.a der. Alejandro Jodorowsky, Jacques Sternberg, el anarquista Fedorov, Fernando Arrabal, Topor, Lis (mujer de Arrabal) y Toyen (pintora surrealista).  Der:  Jodorowsky actual.

Alejandro Jodorowsky Prullanski nació en Tocopilla, Chile, el 17 de febrero 1929. Desarrolló múltiples actividades artísticas desde temprana edad: en 1944 obtuvo notoriedad al publicar sus primeros poemas en la capital chilena, a los 16 años se dedicó a las marionetas, a los 17 debutó como actor, a los 18 creó un grupo consagrado a la pantomima. 

En 1953 viaja a París donde  se integra a la compañía de Marcel Marceau, con la que realiza  varias giras mundiales.
Junto con Fernando Arrabal y Roland Topor fundan en 1962 el "Movimiento Pánico", en alusión al dios Pan, el cual se manifiesta a través de tres elementos básicos: terror, humor y simultaneidad. "Entonces queríamos reírnos de la filosofía francesa, tan seria, aunque ahora, tal como está el mundo, deberíamos reírnos de la filosofía mundial, que no ha servido de nada". dice Jodorowsky.
En la década de los noventa, instalado definitivamente en París, previa estancia en Mexico donde se dedicó a la dirección escénica Jodorowsky ,se consagra a la escritura de varias series de cómic de ciencia-ficción con elementos esotéricos: estos libros de dibujos de colección, son traducidos a varios diomas..
También incursiona en cine y teatro con la realización de varias obras como actor y director. 
Como escritor su primera  novela apareció inicialmente en Francia: en 1981, y a partir de allí no ha dejado de publicar.
Actualmente continúa residiendo en París y mantiene una actividad intelectual frenética: todos los días escribe varios cómics que configura con diferentes dibujantes, escribe poemas, novelas, ensayos, más obras de teatro... sin parar.
"La vida es una fuente de salud, pero esa energía surge sólo donde concentramos nuestra atención. Esta atención no sólo debe ser mental sino también emocional, sexual y corporal. El poder no reside ni en el pasado ni en el futuro, sedes de la enfermedad. La salud se encuentra aquí, ahora" . dice Alejandro Jodorowsky en su obra “La danza  de la realidad” en la que además cuenta cosas como estas: 

-Nací en 1929 en el norte de Chile en tierras conquistadas a  Perú y Bolivia. Tocopilla es el nombre de mi pueblo natal . Un pequeño puerto situado, quizás no por casualidad, en el paralelo 22.
En quechua Toco significa «doble cuadrado sagrado» y Pilla «diablo» . Aquí el diablo no es una encarnación del mal sino un ser de la dimensión subterránea que se asoma por una ventana hecha de espíritu y materia, el cuerpo, para observar el mundo y aportarle su conocimiento.
¿Encierran los nombres un destino? ¿Atraen ciertos barrios a personas cuyo estado emocional corresponde al significado oculto de esos nombres? La plaza Diego de Almagro, donde llegamos a vivir en Santiago de Chile , ¿se volvió un sitio nefasto por culpa del nombre con que lo bautizaron, el de un conquistador español , o bien el lugar era neutro pero yo lo sentí oscuro, triste, abandonado porque lo hice espejo de mi pesadumbre?
En Tocopilla agradecí a mi nariz, a pesar de detestarla por su curvatura, que me otorgara el olor del océano Pacífico, amplia fragancia que surgía de las aguas gélidas para entremezclarse con el sutil perfume del aire en un cielo siempre azul. Allí, ver pasar una nube era un acontecimiento extraordinario.

El aire de Santiago, bajo una bóveda cetrina, olía a cable eléctrico, gasolina, fritanga, aliento canceroso.
El embriagador ruido de las olas era sustituido por el crujir de achacosos tranvías, bocinazos incisivos, motores sin recato, voces inclementes.
Diego de Almagro fue un conquistador frustrado. Por engañosos consejos de su cómplice Pizarro, partió de Cuzco hacia las tierras inexploradas del Sur creyendo encontrar templos con tesoros fabulosos.
Ávido de oro, avanzó cuatro mil kilómetros quemando chozas donde vivían aborígenes que pensaban en guerrear y no en construir pirámides , hasta llegar al desolado estrecho de Magallanes. El frío extremo y la ferocidad de los mapuches se encargaron de diezmar a la tropa. Volvió como alma en pena a Cuzco, donde su traidor socio, no queriendo compartir las riquezas robadas a los incas, lo hizo ejecutar.

-La zona comercial ocupaba tres cuadras solamente, por ella circulaba un enjambre de gente pobre, empleadas domésticas, obreros y mercachifles, sobre todo los sábados , día de paga.
Junto a las barreras del tren, en cuclillas, se veían filas de vendedores de conejos. Los cadáveres colgando del borde de canastos, conservando la piel pero con el estómago abierto, donde brillaba un negro hígado del tamaño de una aceituna, formaban collares asediados por las moscas. Vendedores callejeros anunciaban jabones que eliminaban todas las manchas, jarabes buenos para la tos, la diarrea y la impotencia, tijeras tan poderosas que cortaban clavos... Muchachos delgados, con la máscara cetrina de la tuberculosis, ofrecían sus servicios de lustrabotas.
No exagero. Los sábados se me hacía difícil respirar, tan espeso era el hedor a ropa sucia que surgía de la multitud. En esos cuatrocientos metros, como enormes arañas somnolientas, abrían sus puertas tres tiendas de ropa hecha, una zapatería, una farmacia, un gran almacén, una heladería, un garaje, una iglesia. Además, bulliciosas, atestadas de parroquianos y desparramando efluvios avinagrados, siete cantinas. Chile era un país de borrachos. Todas las actividades giraban en torno al alcohol.
Desde el presidente, Pedro Aguirre Cerda, al que por su mucho beber y su nariz abultada lo llamaban «don Tinto» , hasta el miserable obrero que cada fin de semana, después de comprarle a su mujer ropa interior nueva y a su prole camisas y calcetines, se bebía el resto del sueldo y luego se paraba en medio de la vía férrea en Matucana donde pasaban, entre la calle y la vereda, largos trenes de carga- y desafiaba, puños en ristre, a la locomotora. El orgullo viril de los ebrios no tenía límites.
Si Matucana se me presentaba como una agobiante cárcel, mi cuerpo también. Por sentirme mal en la carne, había huido hacia el intelecto. Vivía encerrado en mi cráneo, levitando a algunos metros sobre un degollado que me era ajeno. Tenía conciencia de mí mismo como una multitud de pensamientos desordenados, pensamientos que al final perdían sentido convirtiéndose en amasijos de palabras huecas, sin raíces que se alimentaran de mi esencia. Siendo un pozo seco, las frases flotaban formando un tejido angustioso. Sabía que yo estaba en alguna parte detrás de mi frente, pero me era imposible decir quién o qué era ese yo. El frío, el calor, el hambre, los deseos, el dolor, las penas surgían a lo lejos, como en el cuerpo de un extranjero. Lo único que me mantenía en la vida era la capacidad de imaginar. Vivía soñando con aventuras en países exóticos, triunfos colosales, vírgenes dormidas con una perla en la boca, elixires que concedían la inmortalidad.
De todas maneras, cualquier cosa que deseara obtener se resumí a en una sola palabra: «cambiar».
La cualidad esencial para amarme era llegar a ser lo que en ese entonces no era. Yo esperaba, como un sapo a la princesa, a que un alma superior y compasiva, venciendo su asco, se acercara para darme el beso del conocimiento. Por desgracia sólo contaba con dos amigos irreales, el Rebe y Alejandro anciano. Para lo que deseaba lograr necesitaba algo más que un par de fantasmas.
Decidí ayudarme yo mismo.

Después de meditaciones que me parecieron eternas no logré disolver mi intelecto en el cuerpo. Salirme de la cabeza me resultó tan imposible como escapar del interior de una caja fuerte. Imposible cederle a la carne la supremacía de mi identidad. Decidí entonces seguir el camino contrario: ¡ya que no podía descender, haría que todas mis sensaciones ascendieran!

Puro intelecto, comencé a absorber mi forma física, luego incorporé las necesidades, los deseos, las emociones. Examiné qué era lo que sentía, y luego cómo me sentía sintiendo aquello. Comprendí que la llamada «realidad» era una construcción mental. ¿Completa ilusión? Imposible saberlo. Pero con toda evidencia lo que había de real en mí nunca lo percibiría en su totalidad. Siempre el intelecto me proporcionaría un fantasma incompleto, deformado por la falsa conciencia de mí mismo, aquella que me inculcara la familia.
«¡Vivo, mal , dentro de un loco! ¡Mi barca racional navega en la demencia! » Lo que al comienzo me pareció una pesadilla, poco a poco se convirtió en esperanza. Puesto que todo lo que se presentaba como «mi ser» eran imágenes ilusorias, no diferentes de las de un sueño, me era posible cambiar la sensación de mí mismo.
Mi mente era un terreno inmenso y desconocido y me dedicaba a explorarla. Así lo hice hasta los 19 años. Fui avanzando por etapas. Al principio, para ayudarme y no dejar que pensamientos parásitos me invadieran, repetí a una palabra absurda: «¡Cocodrilo!». Conquistado el espacio, decidí cambiar mi sensación del tiempo. Para lo cual eliminé la idea de muerte. «Uno no muere, sino que se transforma. ¿En qué? ¡No lo sé! Pero fui algo antes de nacer y seré algo después de que mi cuerpo se disuelva.» Me imaginé con diez años más, con treinta, cincuenta, cien, doscientos años .
Seguí avanzando hacia el futuro, aumenté mi edad vertiginosamente. «Así seré cuando tenga mil años, treinta mil, cincuenta mil...» Imaginé los cambios en mi morfología.
En un millón de años empezaría a dejar de poseer forma humana.. . En dos millones de años mi materia se haría transparente. En diez millones de años sería un ángel inmenso, viajando con otros ángeles, en eufórico tropel, a través de las galaxias, en una danza cósmica, ayudando a la creación de nuevos soles y planetas.

Cincuenta millones de años más tarde, ya no tendría cuerpo, sería una entidad invisible.
Mil millones de años más tarde, fundido en las energías y la totalidad de la materia, sería el universo mismo. Y más lejos aún, cada vez más profundo en la eternidad, acabaría convertido en el punto-conciencia, raíz absoluta de lo existente, donde todo está en potencia, donde la materia es sólo amor.
Al fin, después de la explosión e implosión de incontables universos, los astros se disolvieron y mi mente se inmovilizó. Comencé a retroceder, hasta llegar otra vez a mí. Entonces me dirigí al pasado, me hice niño, feto, imaginé multitud de vidas, cada vez más primarias, bestias oscuras, insectos, moluscos, amibas, minerales, una roca vagando por el cosmos, un sol un punto en continua explosión, para, a través de este último, sumergirme en el impensable, inimaginable, infinito, eterno misterio, al que, incapaces de definirlo, llamamos Dios.
                                            
Graciashttp://www.youtube.com/user/sonialilianadelvalle
Fuentes:Alejandro Jodorowsky.com/ClubCultura/QuedeLibros/Wikipedia

0 comentarios: