Nu de dos -Pablo Picasso |
Mujeres después de los
veintiséis años
"¡Qué lindas las mujeres de veintiséis años, que aún
no se han casado ni tienen novio!
¡Qué lindas y que afinadas son! Más que mujeres
parecen brasas cubiertas de una fina película de ceniza. Se consumen lentamente
y todos sus gestos tienen lentitud de cansancio: el cansancio de haber esperado
inútilmente.
¡Qué lindas las mujeres de veintiséis años, que aún
no se han casado ni tienen novio!
La tristeza
¡Con qué tristeza miran a las jóvenes esposas que
pasan con una criatura en los brazos! Los ojos se les vuelven sin querer, y
miran alejarse a las desconocidas que cumplieron su destino, con un pesar que
les ensombrece la ojera, y torna más luminosa y ambigua la luz de la pupila.
¿Y los casamientos? Yo he visto, en la noche,
mirando el coche blanco de azahares, a puñados de chicas que esperaban «la
salida de los novios». Y las que eran jóvenes se alegraban, pero las que
cruzaron los veinticinco años, miraban con ansiedad, recogidas en el
convencimiento de que esa prodigiosa aventura nunca, pero nunca, les ocurriría
a ellas.
Y cuando el cortejo nupcial desaparecía, y las luces
se apagaban, y el sacristán de la iglesia cerraba las puertas, ellas, las
muchachas solteras se alejaban despaciosamente sin hablar, sumergido el
pensamiento en cavilaciones de «lo que no fue».
Y esta pena…
Y esta pena es la que las embellece, volviéndolas
pálidas y dejándoles en las manos esas transparencias monjiles de las mujeres
enclaustradas.
Porque hay un momento que en ese otoño alcanzan la plenitud de su
madurez. Los ojos les brillan como afiebrados, la epidemia adquiere como una
especie de luz de nácar, los cabellos parecen tallados en ondulosidades de
plomo, y, al caminar, lo hacen con una agilidad extraña. Saben que en esos
momentos son lindas irreparablemente pero también saben que esa hermosura es el
último fuego del crepúsculo, que ello pasará y luego quedarán convertidas en
tristes mujercitas esas muchachas de blusa de tela livianas y espalda algo
encorvada que, cuando oyen hablar de amor, sonríen escépticamente y tratan de
desviar la conversación.
Hasta los veinte años
Hasta los veinte años fueron las mozas absurdas y
pretenciosas que adornan todos nuestros barrios, las muchachas del «¡ay!», y
del «no, querida», y del «sí, preciosa». Tuvieron novios, pero uno porque no
era elegante, el otro porque «tenía un no sé qué», el tercero, porque no ganaba suficientemente. El caso es que, sintiéndose fuertes,
no quisieron casarse esperando algo mejor.
¡Lindas almas de piedra, y magníficos corazones de corcho! Se sentían
tan lindas, que el querer era para ellas como para un avaro regalar su fortuna
a un miserable; y ese mismo convencimiento las embelleció tanto, durante
algunos años, que nadie las aguantaba ni veinticuatro horas.
Luego el tiempo pasó.
¡Y cómo pasó! Volando. Tan rápido, que se encontraron más allá de la
línea, y entonces quisieron reaccionar, pero era tarde, tan tarde."
Extraído del libro de Roberto Arlt "Secretos femeninos" Aguafuertes
inéditas.
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