Es seguro que tu compañero Coreta, como también Garrón jamás les contestarían a sus padres como le haz contestado tu al tuyo Enrique.
¡Cómo es posible ? Debes jurarme que esto no volverá a suceder nunca más mientras yo viva, dijo mi madre, y continuó: Cada vez que ante una reprimenda de tu padre acuda a tus labios una mala respuesta, piensa en el día, que llegará fatalmente, en que no lo tendrás.
Hijo mío, cuando escuches su voz por última vez, y aún mucho tiempo después, cuando llores solo en el cuarto abandonado, en medio de aquellos libros que ya no abrirá más, entonces, al recordar que le haz faltado el respeto algunas veces, te preguntarás:
Como es posible ?
Entonces comprenderás que ha sido él tu mejor amigo; que cuando se veía obligado a reprenderte sufría más que tú, y que si alguna vez te ha hecho llorar ha sido por tu bien.
Y entonces te arrepentirás y besarás llorando esa mesa sobre la cual ha trabajado tanto, sobre la cual ha consumido su vida por sus hijos.
Tú ignoras que a veces, se siente tan quebrado por el cansancio que cree que le queda poco tiempo de vida, y que en esos momentos habla solo de ti; que la mayor pena de su corazón es dejarte pobre y sin protección. Ni siquiera te imaginas que, con frecuencia te busca y está contigo, porque tiene una amargura en el corazón, por los disgustos que a todos los hombres alcanzan en el mundo, y te busca a ti como amigo para confortarse y olvidar.
Piensa pues, que dolor debe ser para él cuando, en lugar de encontrar afecto en ti, encuentra frialdad e irreverencia.
Jamás vuelvas a mancharte con tal horrible ingratitud. Piensa que aunque fueses bueno como un santo, nunca llegarías a compensarle ampliamente lo que ha hecho y sigue haciendo continuamente por ti.
Piensa también que sobre la vida no se puede contar; pudiera una desdicha arrebatarte a tu padre mientras eres niño o adolescente. Verías que vacía y que desolada te parecería la casa, con tu madre triste y desconsolada.
Ve hijo mío; ve adonde está tu padre, está en su escritorio, ve de puntillas que no te oiga entrar, dale un fuerte abrazo y dile que te perdone y te bendiga.
* * *
(*) Adaptación de un relato del libro "Corazón" de Edmundo De Amicis.
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