El sentimiento popular argentino en su gran mayoría se basa más en el duelo que en la alegría, es así que la recordación de sus héroes como de sus artistas, se hace en el día de su muerte no en el de su nacimiento.
Por ejemplo al héroe máximo nacional el General don José Francisco de San Martín y Matorras, se le recuerda el día de su fallecimiento, el 17 de agosto, y no en el de su nacimiento ocurrido un 25 de febrero; claro en febrero hay mucha gente en vacaciones y sería antipático que un feriado les quitara un día, a los que tienen vacaciones en días corridos, hecho que por el contrario beneficiaría a los que cuentan sus vacaciones en días hábiles.
Pero en fin, el hecho es que en un día como hoy en 1935 falleció Charles Romuald Gardès, popularmente conocido como CARLOS GARDEL, el zorzal criollo, el morocho del abasto, el mudo, el que cada día canta mejor, etc. etc. y como yo no puedo ir contra la corriente hoy, hablamos de Gardel.
Dicen que Gardel era un tipo bastante agraciado, algo así como un Brad Pitt, George Clooney, o el pibe éste que recibió la herencia de Bruce Willis (Demi Moore) y que nunca recuerdo su apellido, porque es más difícil que hacer gárgaras de talco, y por lo tanto envidiado por los hombres y muy requerido por las mujeres, (aunque sus detractores dicen que muy, muy hombrecito no era). Pero cada uno es dueño de hacer de sus sentaderas una pipa, y fumar con ella si le place.
El hecho a resaltar entonces es la pinta de Carlitos Gardel, esa que según el tango sueña cualquier “cacatúa” y aquí si con un poco de humor.
Cuentan que en un pueblo de provincia, en el Bar de don Tomás Elvino Blanco, concurría con religiosa y cotidiana regularidad el borrachito del barrio Semillón Merlot, quién siempre se ubicaba frente a un gran cuadro de Carlitos Gardel que lo recibía con una sonrisa tipo Colgate White, y frente al cual Semillón Merlot ofrecía sus “Salud Carlitos” sos el mejor, que pinta que tenés Carlitos, que grande, y otras varias que iban bajando de nivel a medida que subía el porcentaje de etílico.
Un poco cansado de esta situación, un día don Tomás quitó el cuadro de Carlitos Gardel y en su reemplazo colocó uno del General San Martín, en el cual lucía su atuendo militar; cuando llegó Semillón Merlot, ocupó su lugar, pidió su copa de siempre levantó la vista hacia donde siempre estuvo el cuadro de Gardel, y al encontrarlo diferente no dudó ni un instante al exclamar: Que lo parió Carlitos, a vos cualquier pilcha te queda bien. Salud.
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